16 abr 2010 | By: Laura Falcó Lara

La agencia




Sonó el teléfono y la llamada que más temía tuvo lugar.

-¿Carla Sterling?
-Sí soy yo.
-Soy Amada Wats.
-Dígame. Contestó nerviosa temiéndose lo peor.
-Lo siento, pero cayó a la primera. Motel California en la estatal 117, Habitación 16. La llave está bajo el felpudo de la entrada. Sobre la mesa encontrará las pruebas y la llave de las esposas. Espero su transferencia mañana sin falta.

Tras un silencio al que Amanda estaba más que acostumbrada y con la voz entrecortada, la mujer contestó.

-Mañana la hago. Gracias por todo.

Sabía que ahora ya no había vuelta atrás. Llamó a su abogado para no ir sola. Mientras se dirigía al lugar en su cabeza las preguntas se amontonaban. ¿Con que cara iba a mirarle? ¿Cómo iba a reaccionar? Aparcó el coche frente a la puerta de la habitación y espero a Carlos.

-¿Preparada? Preguntó el abogado
-Sí, que remedio.

Abrió la puerta y observó atentamente la escena. Tumbado sobre la cama, desnudo, amordazado y esposado al cabecero, Andrés no parecía ni mucho menos tan atractivo como de costumbre. Sobre la mesa el vídeo con la grabación, la llave y el preservativo usado y minuciosamente anudado, la esperaban.

-¿Quieres que le desate yo? Preguntó Carlos.
-Sí, mejor. Dijo Carla recogiendo todas las pruebas. El divorcio le iba a salir muy caro, pensó sin atreverse a mirarle a la cara.

Desde muy joven se había ganado la vida vendiendo su cuerpo. Primero fueron los clubes de lujo y ahora la agencia. Una mañana, harta de prostituirse decidió buscar otra forma de explotar la exhuberancia y la belleza de la que la había dotado la naturaleza. Lo cierto es que la ausencia total de estudios y una familia desestructurada no habían sido un buen punto de partida. Quizás ese fue el motivo de que Amanda apartase definitivamente el amor de la ecuación de su vida. Indiscutiblemente, el amor y su trabajo no eran compatibles. Lo peor de aquel trabajo era dar la noticia a la pobre mujer. Cuando una clienta acudía a su agencia, había un setenta por ciento de posibilidades de que su marido fuera, o estuviese dispuesto a ser infiel. Sin embargo, ellas siempre esperaban que el resultado fuera otro. Su misión era relativamente sencilla y en muchos casos placentera. Sólo tenía que seducir al caballero en cuestión, acostarse con él y grabarlo. El detalle del preservativo vino más tarde, cuando un juez desestimó el vídeo alegando que podría haber sido manipulado. La mayor parte de aquellos maridos estaban forrados y desplumarlos requería algo más que una prueba refutable.


Aquella semana Amanda tuvo una entrevista fuera de lo habitual. Roxana Zalow, nieta de Frank Zalow, el famoso magnate, era la interesada en verla. Cuando llegó a la finca Roxana salió a su encuentro.
-Usted dirá. Dijo Amanda expectante.
-Quiero que se acueste con mi pareja. Dijo Roxana ante la sorpresa de Amanda.
-¿Cómo? Creo que se equivocó de agencia.
-No. No me he equivocado. Contestó Roxana.
-¿Entonces? No entiendo la propuesta.
-Verá, como imagino que sabe, soy nieta de Frank Zalow.
-Pero... ¿Zalow no tenía únicamente una hija?
-Así es, mi madre, Miranda Zalow. Si lo dice por mi apellido el tema tiene fácil explicación. A los dieciocho decidí cambiar el apellido de Smith por el de Zalow. Suena bastante mejor y te abre más puertas.
-Entiendo.
-Bueno, volviendo a lo importante. Mi abuelo está muy mayor y no tardará en dejarnos. De ahí la urgencia de mi llamada.
-Pero, no entiendo. ¿Qué tiene que ver Frank con esto?
-Muchos millones, millones que nunca dejaría a su nieta de seguir con Ernesto Weisberger.
-¿Por?
-Ernesto es veinte años mayor que yo, hecho que ya de por sí supone un problema, pero hay más. Yo conocí a Ernesto cuando mi madre se enamoró y se casó con él un año antes de morir en aquel terrible accidente de tráfico. Frank siempre creyó que Ernesto estaba con mamá por dinero y cuando se enteró que estábamos juntos, sus sospechas aún fueron a más.
-No deja de ser lógico.
-Ernesto quiso mucho a mi madre y cuando murió, tanto el como yo, nos quedamos destrozados. Fue entonces cuando realmente le conocí. Hasta aquel momento tan sólo nos habíamos visto en un par de ocasiones. El caso es que casi un año más tarde me enamoré de él y el de mí.
-Sigo sin entender que pinto yo en todo esto.
-Muy fácil. Frank le va a contratar para que descubra si él me es infiel.
-¿Frank?
-Sí, tras comunicarle que posiblemente tenga razón con sus sospechas, haré que le contrate.
-Pero, ¿no sería más sencillo decirle que ha dejado a Ernesto?
-No se lo iba a creer. Mi abuelo es muy listo y sólo si cree que ha sido él quien ha demostrado que Ernesto es un vividor, se lo creerá.
-Comprendo.
-¿Y Ernesto conoce este plan?
-No, en absoluto. El no se prestaría a esto, pero el tipo de relación que tenemos nos permite tener aventuras. Estoy segura de que usted es su tipo.
-Ya veo.
-La próxima vez que nos veamos nadie debe sospechar que nos conocemos. Después de que Frank se lo crea y la pague, yo le duplicaré sus honorarios.
-Perfecto. Contestó Amanda algo sorprendida por aquella historia tan rocambolesca.


Pasaron un par de semanas y Amanda recibió la llamada de Frank. Tal y como Roxana le había dicho Frank y ella la esperaban en la enorme mansión. La entrevista fue breve pero el mensaje muy claro.

-¡Quiero que desenmascare a ese cabrón!

Tras aquella entrevista Amanda fue al encuentro de Ernesto. Tal y como había quedado con Roxy, Ernesto estaba aquella noche en el Docker´s. Ernesto entró fácilmente en el juego de Amanda y esta le llevó al hotel de siempre.

Se despertó con la cabeza embotada, como si tuviese reseca. Desorientada, se incorporó y miró alrededor, no recordaba apenas nada de la noche anterior. A su lado, el cuerpo de un hombre desnudo y esposado yacía envuelto en sangre, con lo que parecía una brecha causada por un cuchillo clavado en su pecho; era Ernesto. Se incorporó sobresaltada y se percató que sus manos y parte de su cuerpo estaban también ensangrentadas. Trató de recordar lo ocurrido pero, después de retirar el preservativo del cuerpo de Ernesto, ya no recordaba nada más; seguramente la habrían drogado. Nerviosa, Amanda buscó su cámara dispuesta a ver la cinta y averiguar que había pasado, pero la cámara estaba vacía. Tampoco había ningún rastro del preservativo. Aquello no pintaba nada bien. Se sentó en la cama y trató de pensar con claridad. ¿Y si llamaba a la policía? No podía hacerlo, pensó. ¿Qué les iba a contar? ¿Que se estaba cepillando al marido de otra por encargo de su mujer y el abuelo de esta? Además, tampoco tenía claro qué habría grabado en la cinta, dónde estaba el preservativo, o el cuchillo. ¿Y si las huellas que había en el arma homicida eran suyas? Por otra parte, si la policía consultaba sus ficheros, verían que tenía antecedentes por prostitución. Llamó a recepción y alargó una noche su reserva de hotel. Se duchó, se vistió, colgó el cartel de no molestar en la puerta y se fue en busca de Roxana. Tenía 24 horas antes de que alguien del hotel entrase en aquella habitación.

Llegó a la casa de Roxana y llamó a timbre, pero nadie abrió la puerta. Tras bastante rato, un hombre que parecía ser el jardinero se acercó a la verja.
-¿Qué desea?
-Quería ver a Roxana Zalow.
-¿Quién?
- Roxana Zalow.
-Aquí no vive la señorita Roxana.
-¿Cómo?
-Esta propiedad permanece vacía desde la muerte de Miranda Zalow.
-Y... ¿Roxana dónde vive?
-Con su abuelo.

Amanda no entendía nada. Sin embargo estaba dispuesta a llegar al fondo de aquel asunto. Sin dudarlo montó en su coche y se fue hacía la mansión de Frank.

-¿Qué desea?
-Quería ver a Roxana o a Frank Zalow.
-¿Tiene cita?
-Algo parecido. Apuntó Amanda harta de tanta formalidad.

Entonces una mujer morena completamente desconocida para Amanda salió a su encuentro.

-¿Dónde está Roxana?
-¿Cómo dice? Yo soy Roxana Zalow.
-No, usted no. Me refiero a la otra Roxana.

La mujer la miraba atónita sin comprender lo que Amanda le estaba diciendo.

-¿Qué otra Roxana?
-La que me recibió en casa de su madre la tarde del viernes 4 de mayo y aquí mismo 15 días después.
-Eso es imposible. El día 4 de mayo yo estaba en Paris, en un pase privado de moda y no regresé a Nueva York hasta anteayer.

¿Quién era entonces la mujer que la contrató? Pensó Amanda mientras Roxana la invitaba a pasar. Y, ¿era realmente Ernesto el hombre que decía ser?

-Y dice usted que estuvo aquí y en casa de mi madre, con alguien que decía ser yo.
-Sí, eso es. Su abuelo y esa mujer me contrataron. Por cierto, ¿Qué relación tiene usted con Ernesto Weisberger?
-¿Ernesto? Ernesto era el marido de mi difunta madre. Desde su muerte no he vuelto a saber más de él. Tanto Frank como yo le odiamos profundamente.
-¿Y eso?
-Creo que no descubro nada nuevo si le cuento que Ernesto se casó con mi madre por su dinero. De hecho, Frank siempre tuvo serias sospechas de que él estuvo implicado en aquel accidente. Su muerte le hizo millonario.
-Y, si Frank muere ¿quién recupera ese dinero?¿Usted?
-¿Adónde quiere llegar?
-¿Está su abuelo en casa?
-Sí, está arriba

Frank bajó la escalera y se sentó plácidamente frente a Amanda.

-¿En qué puedo ayudarla?

Amanda comprendió rápidamente que aquel hombre era el artífice de todo aquello. Para él sería muy sencillo negar el haberla conocido. Ella no tenía pruebas de nada y en cambio el tenía en su poder hasta un vídeo. Trató de pensar a toda prisa y una idea algo arriesgada pero ocurrente vino a su mente.

-La próxima vez que organice un crimen asegúrese que la victima está realmente muerta.

La expresión de Frank se torció y aunque trató de que no se notara, Amanda supo que el artífice de todo era él.

-En breve, en cuanto Ernesto se recupere, la policía le hará una visita. Ah! Y por cierto, no trate de encontrarle, ni tampoco trate de huir del país. Está usted vigilado.
-No sé de que me está hablando jovencita.
-Pues si no lo sabe, mejor para usted. Yo ya me iba.

Ya había tirado el anzuelo, ahora sólo tenía que esperar. Sin embargo, necesitaba ayuda y a poder ser, la colaboración policial. Afortunadamente, había algún poli que le debía algún favor. En su época de prostituta no fueron pocas las veces que pasó información sobre proxenetas a la poli.

-¿Crees que irá a por tí? Preguntó Sommers algo inquieto. Sabía que estaba actuando fuera de la ley y eso le hacía sentirse un poco nervioso.
-¿Qué harías tú en su lugar?
-¿Y el cuerpo?
-En el congelador que tengo en el garaje.
-¡Joder Amanda! Sabes que al llevarte el cadáver y limpiar la habitación te cargaste todas las pruebas ¿no?
-Dudo que hubiese ninguna prueba, salvo las que me incriminaban a mí. Era un trabajo de profesionales.
-¿Y cuál es el plan?
-Sencillo. Vas a ser Ernesto Weisberger durante las próximas 48 horas.
-Tu estás loca.
-Sabes igual que yo que es nuestra mejor baza. Si piensa que Ernesto sigue vivo, intentará volver a asesinarle.

Jan Sommers se miró estupefacto ante el espejo. No parecía él. El parecido con la fotografía que habían encontrado en Internet era considerable.

-¿Hacen falta todas estas vendas?
-Se supone que estás convaleciente tras un intento de asesinato. Dijo Amanda en tono irónico.
-Espero que tu plan funcione, sino dentro de 48 horas seré yo mismo quien te lleve esposada a la comisaría más cercana.
-Lo sé. Pero ahora paséate con prudencia por delante de mi ventana. Conviene que si alguien nos vigila, vea que estás aquí.

Pasaron las horas sin que ocurriese nada y ambos decidieron tratar de dormir un rato. Fue sobre las dos de la mañana en que un casi inaudible ruido proveniente de la cerradura les alertó. Jan sintió que alguien se aproximaba y decidió esconderse tras la puerta de la habitación. Cuando la sombra estuvo lo suficientemente cerca, saltó sobre su atacante. Tras un estridente forcejeo Jan encendió la luz. En el suelo, inconsciente, estaba Roxana. Pero no la verdadera, sino la que contrató a Amanda.


-No lo entiendo, dijo Amanda a Jan tras el cristal de la sala de interrogatorios donde estaba Roxana ¿Porqué niega la implicación de Zalow en el asesinato?
-Dinero. Contestó Jan
-¿Dinero?
-Sí, tu no puedes demostrar la implicación de Zalow en esto, sólo ella podría hacerlo.
-Pero si delatara a Frank su pena se vería muy rebajada.
-Ya, pero si no lo hace, Zalow le solucionará el futuro de sus hijos. Es consciente de que le van a caer más años, pero le da igual. Sabe que por buena conducta le acabarán rebajando la pena y que cuando salga, tendrá el dinero que quiera. Veo casos así a diario.
-Y, ¿cuál crees que fue el móvil real?
-Venganza, no lo dudes. Hubieron muchas dudas sobre las causas del accidente de Miranda. De hecho aquí se llegó a rumorear que se habían manipulado pruebas.
-Y...¿Crees que la verdadera Roxana estaba al corriente de todo?
-Eso no creo que lo sepamos nunca.

4 comentarios:

Thalitez dijo...

Ahh
Muy buena historia
En serio, no tengo nada más que decir, está genial

Saludos

carlos guerrero dijo...

Me enganchó y me gustó mucho.

Un beso

Unknown dijo...

Qué intriga!!!. Qué suspenso!!!... Me mantuvo expectante hasta el final, y que sangre fría la de Amanda....Me ha gustado el relato...un beso

Peter Mathius dijo...

Genial, me ha encantado esta história Láura, cada día te superas más.... ;D

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