6 may 2010 | By: Laura Falcó Lara

Cuestión de razas



Por cuarta vez, asqueado, recogió aquel palito.

-¿A quién cojones se le debió ocurrir la idea del palito? Pensaba Jasper para sus adentros.

Nunca había llevado demasiado bien las tareas mecánicas, aquello lo dejaba para los funcionarios. El, en el fondo, era un gran genio creativo echado a perder. ¡Tenía tanto potencial! Pero la inteligencia, o la creatividad no parecían cualidades a destacar. Desgraciadamente, se valoraba más la fidelidad, la obediencia, o la simpatía que el intelecto. Eran tantas las estupideces que había llegado a hacer por contentar a los demás, que empezaba a dudar seriamente de su propia inteligencia.

Lo cierto es que hacía demasiado tiempo que su raza había aprendido a vivir de ese modo; como parásitos. Probablemente, en sus inicios fuese muy cómodo, pero ahora se estaba volviendo contra ellos y convirtiéndose en una condena. Eran muchos los que como él, se sentían infravalorados y pensaban que las cosas tenían que cambiar. Sabía que tarde o temprano sería los suficientes como para abolir aquel sistema. No iba a ser fácil pero a la larga sería lo mejor.

Cuando por la tarde salía a dar un paseo y se encontraba con Mimi ese acababa siendo el gran tema de conversación.
-¿Pero es que no ves que en el fondo somos más inteligentes que ellos? Preguntaba ella anonadada por aquellas dudas.
-¿Qué entiendes por inteligentes? Suspiraba él.
-¿Acaso no tienes tus necesidades básicas cubiertas sin esfuerzo alguno?

Aquello no era suficiente solía contestar él. Esa era la razón por la que pese a todas las insinuaciones que Mimi le había hecho, Jasper prefería no implicarse sentimentalmente con ella. Mimi era realmente hermosa, pero la belleza no lo era todo y Jasper necesitaba algo más, algo que Mimi nunca le iba a dar.

Cada noche, Jasper se dormía pensando que tenía que haber algo mejor que aquello. No es que el fuese un desagradecido sino todo lo contrario. Sabía perfectamente lo mucho que le debía a aquella sociedad y esa era la principal razón que le empujaba a seguir y a no tirar la toalla. Sin embargo, no podía evitar soñar con una vida libre donde cada uno fuese dueño de sus actos y de su destino. Muchos pensaba que eso era una utopía, que nunca iba a llegar, pero el lo deseaba con todas sus fuerzas. Llevaban tantos años de sometimiento que no era de extrañar que los más mayores sintieran pánico cuando se les hablaba de cambios, pero la gente joven, pensaba como él.

Y otra vez, el palito salió volando sobre su cabeza mientras la pequeña Andrea reía deseosa de jugar con él. Jasper se incorporó y, aparentando felicidad y alegría, movió su rabo de un lado a otro y corrió a por él. Luego, lo tomó entre sus dientes y nuevamente lo depositó a los pies de la niña.

-Guau, guau... Dijo alegre en voz alta. Ese era el único código que los humanos entendían. Para ellos sus ladridos eran sinónimo de que todo iba bien.

6 comentarios:

Maite dijo...

Tienes un blog literario muy bueno. Es bonito leer historias. Seguiré pasando por aquí. Un abrazo.

Thalitez dijo...

Órale
Estoy un poco tarada, no capté que era un perro hasta casi al final
=)
Muy buena historia. Saludos!

Anónimo dijo...

laura:
yo te conoci por medio de tus cuentos que subias a escalofrio.com i enseguida supe que tenias un potencial tremendo. este cuento, en particular, lo considero mui bueno, sigue asi
saludos

Laura Falcó Lara dijo...

Ssam, no te extrañe, está hecho a posta para que sea casi al final que el lector se de cuenta ;-)

Anónimo dijo...

precioso:)

Peter Mathius dijo...

Muy Original el Desenlace Final, yo no esperaba que fuera un CAN, je,je,je.-

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