9 feb 2009 | By: Laura Falcó Lara

Ángela


Compró aquella casa en la laguna como regalo para sus hijos. Allí los veranos tenían que ser fabulosos, pensó. Desde que Mario había enviudado sus dos hijos se habían sentido algo solos y eso debía cambiar. El lago iba a ser una gran oportunidad para estar juntos y reforzar la familia. Le iba a tomar un cierto tiempo el vaciar aquella vieja casa de los restos que los antiguos inquilinos habían dejado y, probablemente tendría que hacer alguna pequeña reforma. Por aquella razón, empezó a pasar algunos días sueltos en la casa. Había muchas cosas que hacer y la primavera ya estaba encima. Mario dejó a los niños con su abuela y se fue hacia la casa.

La primera noche en la casa fue ciertamente extraña. Hacia muchos años que no dormía fuera de su casa y dormir en aquella especie de mausoleo, lleno de viejos recuerdos, se le hizo raro. Debían ser como las cinco de la mañana cuando Mario se despertó sobresaltado por una pesadilla. Se levantó y andó hasta la cocina a por un vaso de agua cuando aquel cuadro del pasillo llamó su atención. El cuadro no tenía nada de especial, tan sólo que la joven en el retratada se parecía enormemente a la chica de su sueño. Era el retrato de una hermosa mujer con largos cabellos color negro azabache. Debía tener como mucho unos veinte años de edad. Pese a lo singular del hallazgo, Mario siguió su camino hacia la cocina. Posiblemente, vio el cuadro antes de acostarse y de ahí que la mujer de su sueño se pareciese tanto a la del cuadro, pensó.

Durante varias semanas Mario dedicó sus esfuerzos a meter en cajas todas las cosas que los antiguos habitantes habían dejado allí. Sin embargo, había algo que no conseguía entender. Casi todas las cosas que había ido encontrado eran, con seguridad, propiedad de la chica del cuadro. Parecía como si alguien, al irse de allí, hubiese dejado atrás todas las cosas de aquella chica aposta. Lo cierto es que desconocía la historia de aquella casa. La vio y le gustó tanto que no perdió ni un minuto indagando sobre el pasado. Quizás no estaría de más saber quién fue el anterior propietario y preguntarle si querría recuperar alguna cosa de las que dejó allí. Tampoco iba a costarle tanto tiempo y si las cosas fuesen suyas hubiese agradecido el gesto, pensó. Así que, a la siguiente semana fue a la agencia a pedir esa información.

- El señor Navarro salió de esa casa con lo justo. Era como si quisiera enterrar su pasado. Observó la más vieja de las dos agentes que estaban en la oficina.
- Creo recordar que perdió a su hija en el lago y nunca lo superó. Exclamó la más joven
- ¿Su hija? Preguntó Mario.
- Sí, ahora que Carla lo ha dicho…lo recuerdo perfectamente. Ángela creo que se llamaba la joven.
- Bonito nombre. Contesto Mario
- No sólo el nombre. Ella era una joven bellísima. Fue algo muy triste. Respondió Carla
- ¿Y saben dónde le puedo encontrar?
- Ufff...de esto hace ya mucho tiempo. Unos quince años diría yo. De hecho, Carla aún no trabajaba aquí. La casa lleva cerrada desde entonces.
- Es posible que incluso esté muerto. El pobre hombre era viudo y a Ángela la tuvo siendo ya muy mayor. Apuntó Carla.
- Entiendo, pero, ¿y la venta?
- Vendió la casa hace cinco años al propietario de la agencia y desapareció. Dijo la mujer mayor.
- Ya veo.
- Lo siento. Dijo Carla
- Gracias de todos modos a las dos.

Volvió a la casa del lago pero esta vez sólo llegar fue directo al cuadro del pasillo.

- Encantado Ángela. Dijo con un semblante triste mirando el cuadro.
- Igualmente. Dijo un hilo casi inaudible de voz que parecía provenir de aquel cuadro.

Mario miró el cuadro con atención e inquietud. Su imaginación le debía haber jugado una mala pasada pensó. Aquello no era real.

Era una lástima que aquella chica hubiese muerto de aquel modo. Podía imaginar el dolor de su padre. Dios no quisiera que algún día le pasase algo parecido a el con Carolina.

A la siguiente semana, Mario volvió a subir a la casa, esta vez con la intención de quedar allí con el contratista que iba a hacer las reformas. Aquella noche, algo inesperado ocurrió. Debían ser las tres de la mañana cuando Mario se despertó sobresaltado nuevamente. Había vuelto a soñar con la joven pero esta vez el sueño parecía muy real. La veía paseando por la orilla del lago. De pronto, tropezaba con algo y caía de frente hacia el agua, golpeándose la cabeza al caer. ¿Por qué había empezado a soñar con aquella chica? ¿Qué sentido tenía soñar con alguien que jamás había conocido? Mario se tumbó de nuevo y se volvió a dormir pero a las pocas horas volvió a despertarse con una palabra en la mente

- ¡Ayúdame!

Se incorporó y se acercó nuevamente al cuadro del pasillo pero esta vez con la intención de descolgarlo.

- ¡Estoy aquí! Dijo una suave voz de mujer.
- ¿Quién eres? Preguntó Mario aterrado por la situación
- Ángela.

Mario empezó a investigar sobre aquella chica. Ángela se convirtió en una auténtica obsesión. Empezó a pasar semanas enteras en la casa olvidándose de su trabajo y de sus hijos. Averiguó todo sobre la muerte de aquella chica, sobre su padre, sobre la casa…sobre cómo y cuándo murió. Todo hasta que un día se dio cuenta que había cometido el peor error de su vida. Se había enamorado de un fantasma, de alguien irreal, de una mujer a la que nunca podría abrazar, ni besar.

Aquella noche Mario decidió decirle a Ángela la verdad, decirle que la amaba y que por aquel motivo debía irse de allí, vender aquella casa y nunca volver.

- No te vayas, por favor. Suplicó Ángela
- No puedo seguir así. No puedo amar a alguien que no es real.
- Pero,…yo también te amo.
- Ya, pero estás muerta y yo no.
- ¿Muerta?
- Sí, muerta.

Mario no daba crédito a sus oídos. ¿Cómo era posible que Ángela no supiera que estaba muerta?

- ¿Cuándo, cómo…?
- Moriste el 16 de agosto de 1994. Caíste al lago y te golpeaste la cabeza contra una roca.
- ¿Muerta?
- Sí Ángela, lo siento.

Tras explicarle todo lo ocurrido, Ángela cambió el tono de su voz y empezó a hacer preguntas que Mario no alcanzaba a comprender.

- Soy un fantasma ¿no?
- Sí
- Si no tengo cuerpo, no tengo limitaciones.
- ¿Cómo?
- Es decir, ¿Qué determina el espacio y el tiempo?
- No te sigo.
- Yo estoy aquí y ahora con veinte años y estuve aquí hace quince años con la misma edad.
- Bueno, en cierto modo sí
- ¿Por qué no puedo volver a estar allí con esta misma edad y evitar lo que ocurrió?
- ¿Cómo?
- No tengo cuerpo y mi edad no se ha alterado. ¿Y si lograse volver atrás?
- ¿Volver atrás?
- Sí, ahora sé qué ocurrió y cuando…si pudiese retroceder hasta ese momento.
- No creo que eso sea posible.
- ¿Lo sabes? ¿lo has probado alguna vez?
- Evidentemente, no.
- Bien. Pues yo lo voy a lograr.
- Ojalá eso fuese cierto.
- Te propongo un trato.
- ¿Cuál?
- Ve con tus hijos, te necesitan.
- ¿Y tú?
- Dentro de una semana estaré esperándote aquí, no me falles.
- Pero…
- No preguntes, sólo ven.

Pasó la semana y Mario dudaba en volver. Quizás era la mejor forma de olvidarse de ella y de regresar a su vida, pensó. Sin embargo, algo dentro de el le pedía una última vez. Necesitaba oírla una vez más y luego…

- Más vale tarde que nunca, se dijo a si mismo. Además se lo prometí.

- Llegó a la casa a media tarde y un miedo atroz a oírla de nuevo le embargó. ¿Cómo podía haberse enamorado de un fantasma? Aquello no tenía sentido y debía romper con ese mundo lo antes posible. Se acercó a la puerta y para su sorpresa comprobó que no la podía abrir. Era como si la llave no funcionase. De pronto desde dentro alguien la abrió. Apareció ante sí un hombre mayor, de unos ochenta años.

- ¿Quién es usted, qué hace aquí?
- Vivo aquí.
- ¿Cómo?
- Pase, le están esperando.
- ¿Esperando?
- Tranquilo, en seguida lo entenderá. Contestó aquel anciano.
- Estoy en el salón. Se oyó al fondo.

Era la voz de Ángela, una vez más aquella delicada voz que le había robado el alma. Se dirigió al salón desconcertado por la situación pero a la vez triste sabiendo que le tenía que decir adiós. Abrió la puerta y tras ella una hermosa mujer morena de unos treinta y cinco años le miró a los ojos y le dijo:

- Llevo quince años esperándote; pero ha valido la pena.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

muy parecido a la pelicula la casa del lago
de Keanu Reeves y Sandra Bullock

Laura Falcó Lara dijo...

No lo había pensado pero quizás si que tiene un parecido aunque, en este caso es un fantasma y en la peli no; se trata de una especie de puerta temporal.

Anónimo dijo...

Guau!!!
he terminado de leer todo lo hay publicado hasta hoy y espero con ansias algo nuevo...
de verdad te pasas, demasiado buena, aunq 2 historias me han hecho acordar una pelicula o alguna serie, es lo de menos, me lo han recordado y no son calcadas...
la verdad q me encantaria ver algunos de tus relatos en la pantalla grande, hay mucho material buenisimo...
con mucho cariño desde Chile

SIGUE ASI!!!!

Laura Falcó Lara dijo...

Muchas gracias, comentarios así son los que me animan a seguir escribiendo.

Un abrazo

Anónimo dijo...

hola me encanta como escribes pero ya lei tooodaas las historias eres genial como escritora tienes algun libro???

Publicar un comentario