1 mar 2009 | By: Laura Falcó Lara

Ojo por ojo

Andrew pensó que era realmente fácil acabar con alguien y salir airoso. Cuando pagó a aquel sicario para que acabase con su mujer y poder así recuperar su libertad, tan sólo pensaba en poder estar a todas horas con Casandra. Inés no le hubiese concedido jamás el divorcio, le hubiese hecho la vida imposible. Eso, sin contar con que, de habérselo concedido, le habría salido muy caro. Para el sicario fue una tarea muy fácil. Sólo tuvo que esperarla al salir del gimnasio, seguirla y matarla. Luego, para evitar dejar rastros, tiró el cuerpo al río. La corriente haría el resto. Para cuando quisieran encontrarlo el cuerpo estaría ya en el mar. Pasaron casi dos meses y finalmente se dio a Inés por desaparecida. Nadie sospechó jamás de Andrew.

Desde el primer instante, Andrew sabía que debía mantener las formas durante un cierto tiempo. La gente debía pensar que estaba destrozado, sobretodo durante los primeros días tras la desaparición. No dudó en ensayar frente al espejo las lágrimas y expresiones de dolor. Todo debía salir perfecto. El primer día que volvió a trabajar todo el mundo estuvo pendiente de el. Se esforzó por dar la imagen necesaria. Fue ese día en que, a la vuelta a casa, se dio cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo. Llegó como cada noche sobre las ocho y media pero esta vez, algo iba a ser diferente. En la puerta había una inscripción escrita con sangre y en ella ponía:

¡Asesino!

Andrew miró a ambos lados. ¿Quién podía haber escrito aquello? Andrew entró en casa y se apresuró a borrar aquella inscripción con agua y jabón. Nadie salvo Casandra y el sicario sabían lo que realmente había ocurrido. Era imposible que ninguno de ellos hubiese escrito eso allí. Nervioso, entró en la casa y miró por la ventana. Andrew creyó por un instante ver a Inés al fondo, entre las acacias del camino. Agarró el teléfono y llamó a Casandra.

- ¿Estás bien? Le preguntó Casandra
- La he visto ahí, entre las acacias del paseo.
- ¿Qué has visto a quién?
- A Inés.

Casandra hizo un silencio y emitió un suspiro de preocupación.

- Andrew, Inés está muerta. ¿Recuerdas?
- Ya…pero…
- Pero…
- Nada, supongo que son los nervios.

Al día siguiente, todo parecía haber vuelto a la normalidad. Pasó la mañana en el club de campo y ya después de comer, decidió volver a casa a descansar. Tenía muchísimas ganas de estar tranquilo y de no tener que andar disimulando ante la gente. Aquel día no iba a ser distinto, y como solía hacer siempre antes de cenar, se preparó su pijama y el batín y se dio un baño bien caliente. Todo parecía tranquilo y lo cierto es que por primera vez en mucho tiempo, estaba completamente relajado. De pronto, al salir de la bañera, Andrew miró al frente y no pudo evitar ver escrito con un dedo sobre el vaho del espejo un aterrador mensaje: “No me iré sin ti”. Aquello acabó por destrozar sus nervios. Recorrió toda la casa, miró en cada rincón, salió incluso a las terrazas y al jardín pero nada, no vio absolutamente a nadie. Sabía que durante algún tiempo no debía llamar a Casandra, pero aquello no estaba previsto y necesitaba nuevamente hablar con alguien que supiera la verdad.

- ¿Diga?
- Casandra, soy yo.
- ¿Por qué me llamas de nuevo? Quedamos que ...
- Lo sé, lo sé. Pero tienes que venir, algo extraño está pasando.
- ¿Qué ocurre Andrew? Sabes que no debo ir a tu casa.
- He vuelto a ver algo extraño…el espejo…en el baño.
- Andrew, tranquilízate y trata de dormir. Seguro que el subconsciente te está jugando una mala pasada.
- Te juro que…
- Si voy nos vamos a poner ambos en peligro sin necesidad.
- Está bien, trataré de dormir. Te quiero princesa.
- Y yo a ti. Hasta mañana.
- Hasta mañana.

Aquella noche, Andrew no pudo pegar ojo. Estaba tan nervioso que no dejaba de oír ruidos, ruidos tan sólo existentes en su cabeza. A la mañana siguiente, cuando bajó a desayunar algo llamó nuevamente su atención. Aún no había llegado a la cocina cuando un inesperado aroma a café llegó a su olfato. Aquello no era posible. Inés era la que cada mañana se levantaba más temprano que el y preparaba el desayuno. Andrew se asomó a la puerta de la cocina aterrado, casi sin atreverse a abrir la puerta. Tras unos breves instantes la empujó y avanzó lentamente. El desayuno estaba allí, sobre la mesa como cada mañana. No faltaba nada. El café, la leche, las magdalenas, las tostadas…
Andrew aterrado volvió a recorrer la casa de punta a punta como la noche anterior. Nuevamente, no encontró a nadie. Subió rápidamente a la habitación con la intención de vestirse e ir a casa de Casandra. Necesitaba verla. Ya no podía aguantar más aquella tensión. Entró a la habitación y sobre la cama, perfectamente planchado, estaba el traje de los domingos. Inés sabía perfectamente que traje solía llevar Andrew cada domingo para ir a misa. Aquella mañana, como cada domingo, Andrew tenía la ropa perfectamente preparada. El corazón le latía tan rápido que por un momento pensó que le iba a estallar el pecho. Aquello no tenía sentido, Inés estaba muerta.

- ¿Y si existían los fantasmas? se preguntó.

Sin dudarlo, Andrew se puso el traje que estaba sobre la cama, corrió escaleras abajo y entró en el garaje. Subió al coche y nuevamente, un mensaje inquietante escrito con carmín sobre el retrovisor, le puso los pelos de punta. En el se podía leer: “Vas a morir”. Claramente alterado, Andrew empezó a conducir dirección a casa de Casandra. Casandra vivía en las afueras de la ciudad, cerca de la costa. El camino no era demasiado bueno, pero Andrew lo había hecho al menos un millón de veces. Sabía perfectamente que tenía que ir con cuidado, sobretodo, en el tramo de la carretera que bordeaba la costa. Era estrecho y de doble dirección; apenas cabían dos vehículos.
De repente, la radio se conectó sola y la voz de Inés se oyó clara y contundente: “Vengo a por ti”

Andrew dio un volantazo y salió despedido sobrepasando la barrera de contención y precipitándose sobre el mar.


- Lo cierto es que el truco de la radio fue brillante. Dijo Casandra sonriente.
- Bueno, Christian además de representar perfectamente el papel de sicario, es un auténtico manitas con la informática y la electrónica. Contestó Inés reclinada sobre la hamaca de la piscina.
- Tengo que reconocer que tu plan fue perfecto. Andrew nunca sospechó de tu relación con Christian y menos aún de tu intención de deshacerte de él.
- Bueno, si no llega a ser por tu magnífica actuación, nunca lo hubiésemos conseguido. Sólo tú podías convencerle de que la mejor forma de estar juntos era matándome.
- ¿Qué le has contado a la poli sobre tu desaparición?
- El dinero obra milagros. No me ha costado mucho el encontrar a un médico que certificará que llevaba dos meses ingresada con amnesia.
- Lo dicho, sencillamente brillante. Exclamó Casandra.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Otro relato de venganza, pero este me parece mucho mejor que "Venganza", el llevar al lector por una linea o una idea y luego girarlo 360º en un giro inesperado siempre me ha gustado. Ese final es realmente inesperado.

Laura Falcó Lara dijo...

Gracias por tus comentarios que siempre son interesantes y aportan valor.

Anónimo dijo...

Y yo te agradezco por tus relatos, que aunque a veces son un poco raros, nunca dejan de ser buenos y muy interesantes. Pero, que paso con la poesia? ya no hay mas?, en lo personal no soy muy aficionado a la poesia, la tuya realmente la disfruto.

Laura Falcó Lara dijo...

Colgaré más en breve...estaba recopilando nuevas:-)

Anónimo dijo...

OK. Estare pendiente entonces.

Tambien, acabo de subir otra historia, Casa Barrios: asesios inocentes, ya sabes que tu opinion me es muy importante, no dejes de leerla, ya veremos si vale la pena o no subir una secuela.

Peter Mathius dijo...

Muy Buena... Estaban de Acuerdo para devolverle la Pelota al Marido... genial, esto demuestra que todo lo "MALO" que hagas, tarde o Temprano,se puede volver contra TI.- Ha estado Increiblemente Bueno ese Final, digno de las películas de Hitchcok.-

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