29 mar 2009 | By: Laura Falcó Lara

La galleta

Abrió la galleta china y sacó el papelito de su interior.

-“Mañana tenga mucho cuidado. Le espera un día difícil.”

Siempre le habían divertido aquellos mensajes estúpidos, que salían de las galletas de los restaurantes chinos, aunque aquella vez, el mensaje no fuese positivo.

-¿Y a ti que te dice? Preguntó Rebeca a Luis.

-“Demuestrele a su pareja que realmente la quiere, nunca está de más”; ¡Vaya tontería!
- Pues podrías hacer caso al papelito, últimamente que nunca me dices cosas bonitas. Replicó Rebeca sonriente.
- Pero… ¿crees en estas memezes?
- ¿Yo? ¡Que va! ¿Tengo cara de creer en estupideces?

Acabaron de cenar y decidieron ir directamente cada uno a su casa. Como el restaurante estaba al lado de la casa de Luis, este acompañó a Rebeca hasta la parada de taxis más cercana. No era tarde, pero al día siguiente Rebeca tenía que volar a Madrid a primera hora por trabajo.

Ocho de la mañana, terminal C del aeropuerto del Prat. Como cada jueves Rebeca espera en la cola para embarcar. Afortunadamente, los aviones de primera hora de la mañana suelen partir con bastante puntualidad.

- Buenos días, les habla el comandante Mejide. Debido a un problema técnico deberemos volver al finger. Esperamos que el equipo de mantenimiento resuelva esta incidencia lo antes posible. Lamentamos los inconvenientes que este contratiempo les pueda haber ocasionado.

Rebeca mira el reloj angustiada. La reunión de las once no puede retrasarse.
La mujer que está sentada a su lado empieza a ponerse nerviosa y pide a gritos bajar del avión. Seguramente tenga pánico a volar, piensa Rebeca, y saber que el avión tiene una avería, no ha sido de gran ayuda. Pasa casi una hora y el vuelo finalmente despega. Definitivamente, la mañana ha empezado mal.

Cuando Rebeca llega a Madrid coge un taxi y le suplica al taxista que vuele; debe llegar como sea a la reunión. La M-30 va cargada, como cada mañana y el taxista empieza a culebrear de forma temeraria entre el tráfico. De pronto, una moto se cruza en su camino y tras un volantazo y una frenada, el taxi se estrella contra la mediana. Afortunadamente, el accidente no ha sido de gran consideración y, salvo por alguna contusión, Rebeca y el taxista salen ilesos. Un hombre joven se ofrece amablemente para acercarla con su vehículo al centro de Madrid. El taxista no puede seguir su camino y se queda en la cuneta rellenado el parte.

Rebeca llega a la reunión casi una hora tarde y cuando entra en la sala, las miradas de desaprobación se suceden. Se sienta y pide disculpas a los asistentes mientras que, de reojo, observa la carrera que recorre de arriba a abajo sus medias.

- ¡Vaya desastre de día! Exclama para sus adentros.

La reunión finaliza a la una y Rebeca decide acercarse al banco que hay en la esquina antes de que cierren. Esta es la última semana en la que puede pagar el recibo del IBI y como aún dispone de unos minutos antes de la siguiente cita, decide entrar en la oficina. Una vez dentro se pone a la cola y espera con estoicismo que llegue su turno. En ese preciso instante un hombre enmascarado entra en la oficina, pistola en mano. Rebeca no da crédito a sus ojos.

- ¿Qué más cosas me pueden pasar hoy? Exclama en voz alta.

El atracador la oye, se acerca y le dice:

- Por graciosa, ahora tú vas a acompañarme.

Jamás en su vida se pudo imaginar que acabaría convirtiéndose en un rehén. De pronto, se oyen sirenas y la calle se llena de coches de policía. El atracador la agarra con fuerza para salir de la oficina y coloca el cañón de la pistola en su sien. Tras varios minutos de negociación, un coche azul marino se acerca al banco y ambos suben a él. Se alejan a toda velocidad del banco y cuando el coche consigue despistar por completo a la policía, Rebeca es arrojada al asfalto con el coche en marcha. Magullada pero consciente, Rebeca trata de incorporarse y de buscar ayuda. Finalmente, un coche para y un hombre de mediana edad la recoge y la acerca a un hospital. La pobre, completamente dolorida, se tumba en una camilla y trata de descansar un rato hasta que es atendida. Nuevamente, Rebeca no ha asistido a su siguiente reunión.

Una vez fuera del hospital, viendo la hora que es y su deplorable estado, Rebeca decide llamar a sus jefes y cambiar el día y la hora de su regreso. En vez de pasar la noche en Madrid cogerá el último vuelo y así podrá dormir en su casa.

- ¡Que ganas de llegar a casa y tumbarme en la cama! Exclama para sí misma

Cuando aterriza en Barcelona Rebeca duda en llamar a Luis y contarle todo lo ocurrido o en acercarse a su casa para darle una sorpresa.

- Tampoco me iría mal el dormir acompañada. Piensa mientras procede al desembarco.

Así que, sin aviso previo, toma un taxi dirección a casa de su novio. Cuando llega, como de costumbre, agarra sus llaves, entra en el portal, sube las escaleras y abre la puerta de la casa de Luis.

- ¿Luis?, ¿Hola hay alguien?

Nadie contesta, sin embargo, oye ruidos al fondo, en la habitación. Rebeca se acerca y abre la puerta lentamente para descubrir a Luis con otra mujer en la cama.

- Un bonito final para un día perfecto, piensa.

Sin dar tiempo a Luís a decir ni una palabra, Rebeca corre despavorida hacia la calle con lágrimas en sus ojos. En su huída, pasa por delante de la puerta del restaurante chino de la noche anterior. El propietario, que se encuentra en ese momento cerrando el local, al verla pasar la detiene, seca con sus manos las lágrimas de Rebeca y mirándola a los ojos le dice:

- Mensajes de galleta no ser estúpidos, seres humanos sí.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Curiosa historia

Peter Mathius dijo...

¡¡¡ Qué Gran Razonamiento el del Sr. ORIENTAL !!! Pero por si "Las Moscas", después de haber leído tu bonita história, te garantizo que nunca más voy a tentar "LA SUERTE DE MI DESTINO" a la hora de Elegir entre GALLETAS DE LA SUERTE CHINAS (Con sus Respectivos Mensajes) y los BOMBONES esos BACCIO (Con sus Bonitos Mensajes, en su Mayoría de AMOR).- Besos Láura, me ha encantado esta história.-

Publicar un comentario