- Cuenta la leyenda que en lo alto del monte que tenéis al frente, todavía queda gran parte de la antigua abadía de Santa Águeda y en ella, dicen que deambula un monje al que llaman “Llama muertes”. Narraba el viejo profesor a sus alumnos, sentados todos al pie de la fogata.
Cada año, Alfonso explicaba la misma historia a los alumnos del último curso, durante la campada previa a las vacaciones de verano. La historia, mitad verídica y mitad inventada siempre surtía efecto. Con ella conseguía crear el clima oportuno para iniciar la noche de los famosos “cuentos de terror”.
- “Llama muertes” era en vida el monje encargado de dar la extremaunción a todos los cristianos de los pueblos colindantes. Cuando llegó su hora, por un extraño y desconocido motivo, nadie se la dio a él y ya en su último suspiro, prometió vengarse. Cuenta la gente de la zona que, cuando alguien osa pasar la noche cerca de la abadía, “Llama muertes” elige al azar a una víctima y llama a la muerte para que esta se lleve su alma.
Los muchachos estaban completamente absortos escuchando la narración cuando Jorge, otro profesor de los que les acompañaba, se acercó sigilosamente por detrás de ellos y les dio un susto de muerte.
- ¡Ya te vale Jorge! Exclamó Alfonso. Cualquier día matas a uno del corazón.
La velada transcurrió tranquila, tal y como se había planificado. Tras las dos horas y pico de cuentos, bromas e historias, los alumnos fueron retirándose a las tiendas de campaña por grupos. Al final, como cada año, Alfonso, Jorge e Isabel se quedaron frente al fuego con un par de bolsas de patatas fritas y unas cuantas cervezas.
- Lo cierto es que cada año me pasa lo mismo. Se hace las dos o las tres de la madrugada y yo sigo sin sueño. Comentó Jorge
- Bueno, lo tuyo es trasnochar. Ahora no vayas de mojigato. Respondió Isabel entre bostezos
- Yo tampoco estoy cansado, pero si sigo con la cerveza el problema lo voy a tener mañana. Dijo Alfonso.
- ¡Venga ya! ¡Ahora no te me rajes! ¿Hace la última? Preguntó Jorge.
- Bien, pero la última. Contestó Alfonso.
- Pues yo, con vuestro permiso, me voy a dormir señores. Dijo Isabel mientras se encaminaba hacia su tienda.
Alfonso y Jorge dieron las buenas noches a Isabel y se abrieron una cerveza.
- Lástima que no te hayas traído el transistor como el año pasado. Ahora podríamos estar oyendo el partido. Se lamentó Alfonso.
- Sí, la verdad es que no lo pensé. Pero bueno, hablar también es sano y más aquí, al aire libre. Dijo Jorge no sin cierta ironía.
- Y a ti ya te vale. Vaya susto les has dado a los chicos.
- Sí, quizás me he pasado un poco pero al verles tan atentos…y, a todo esto, ¿Qué hay de cierto en esa leyenda? ¿O es pura invención?
- Bueno, gran parte de la historia es real. Ese buen hombre existió y le llamaban así ya en vida.
- ¿Y eso?
- Decían que estaba algo así como madito, que más que dar la extremaunción a quien estaba a punto de morir, era como si la muerte le siguiera.
- ¿Y el fantasma?
- Bueno eso ya es capacidad creativa que tiene uno.
Al cabo de un rato ambos decidieron que ya era hora de ir a dormir, así que, tras recoger las latas y bolsas que habían dejado, se fueron cada uno a su tienda.
Pasados algunos minutos, Jorge decidió gastar una broma a su amigo. Ni corto ni perezoso, tomó prestado el fular negro que Isabel había dejado colgado al lado de su tienda y, junto con un par de los sacos que habían usado por la mañana para las carreras, se hizo un atuendo similar al de un monje.
- Menudo susto le voy a dar a este, pensó entre risas.
De puntillas, se acercó hacia a la tienda de Alfonso cuando de pronto tuvo la extraña sensación de que alguien le observaba entre la maleza.
- ¿Quién anda ahí? Preguntó en voz baja para no alertar a Alfonso.
Espero unos segundos y, como no obtuvo ninguna respuesta, siguió con el plan previsto.
Abrió lentamente la cremallera de la tienda y acercándose a Alfonso tocó su hombro y dijo en voz ronca:
- Ha llegado tu hora….
Alfonso se incorporó sobresaltado y al ver lo que creyó que era un fantasma, cayó desplomado al suelo, tras sufrir un infarto.
- ¡Alfonso!, ¡Joder tío, que era un broma! Exclamo Jorge dándose cuenta de la gravedad de la situación.
Alfonso le observaba desde el suelo incapaz de moverse. Su corazón le había jugando una mala pasada. Entonces, volvió a oírse un extraño ruido entre la maleza.
- ¿Quién hay ahí? Preguntó Jorge mientras se incorporaba sobrepasado por la situación.
Jorge caminó lentamente en dirección a los arbustos, no sin un cierto temor. Fue en ese momento en que, para el horror de ambos, un hombre alto y robusto, ataviado de monje emergió del bosque. Al llegar al lado del fuego se detuvo y les miró fijamente a los dos.
- ¿Quién eres?, ¿Qué quieres? Exclamó Jorge asustado.
- Mi nombre es “Llama muertes” y esta noche vengo a por los dos.
Un silencio aterrador invadió la espesura del bosque y aquel claro. El fuego, sin razón aparente, se extinguió.
A la mañana siguiente, cuando Isabel y los alumnos despertaron, hallaron los cuerpos sin vida de ambos profesores. Según dictó la autopsia, uno había muerto de parada cardio respiratoria y el otro por muerte súbita. Lo que nadie alcanzó nunca a comprender era lo que había pasado allí aquella noche y aún menos que hacia Jorge vestido de monje.
1 comentarios:
Genial Aventura, por Listos, se les volvió el Tema a ellos, fué justo, je,je,je
http://www.youtube.com/watch?v=iY9vyeNNvTc&feature=player_detailpage
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