20 oct 2009 | By: Laura Falcó Lara

El último evangelio

Los Evangelios son cuatro libros encontrados en el Nuevo Testamento que registran las historias de lo que Jesús dijo e hizo. Se consideran evangelios canónicos los que la Iglesia ha reconocido como aquellos que transmiten auténticamente la tradición apostólica y están inspirados por Dios. Son cuatro y sólo cuatro: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Los evangelios apócrifos son los que la Iglesia no aceptó como auténticos y, además muchos de ellos contenían doctrinas que no estaban de acuerdo con la enseñanza apostólica. “Apócrifo” primero significó “secreto” en cuanto eran escritos que se dirigían a un grupo especial de iniciados y eran conservados en ese grupo; después pasó a significar inauténtico e incluso herético. El número de “evangelios apócrifos” conocidos es algo superior a cincuenta.
-¿Se ha verificado su autenticidad? Preguntó el nuncio de Benedicto XVI.
-No cabe ninguna duda. Sería el quinto y último evangelio canónico. Contestó Evans.
-¿Quién conoce la existencia de este documento?
-De momento tan sólo usted y yo. Al hombre que lo encontró en Egipto, mandé que le cortaran la lengua y como no sabía escribir...
-Bien. Esto no debe salir de aquí bajo ningún concepto.
-¿Quiere que desaparezca?
-Todavía no. Posiblemente su santidad quiera leerlo... y yo también. No tiene uno todos los días la posibilidad de leer un texto del puño y letra del mismísimo Jesucristo.
-Le aseguro que su lectura es sumamente inquietante.
-No lo dudo pero, por su bien, más le vale que la olvide. ¿Nos entendemos?
-Perfectamente.

¿Qué verdad inconfesable contendría aquel documento? Agazapada tras los largos cortinajes de la sala de actos contigua, María, la secretaria del nuncio, no se atrevía a moverse. Si alguien descubría su presencia su destino iba a ser, si cabe, peor que el de hombre que halló el documento. Ella, a diferencia de aquel pobre diablo, sí sabía escribir. Expectante, María pudo ver con precisión dónde guardaba su excelencia los documentos. Luego, esperó pacientemente a que abandonara el despacho y entró sigilosamente en él. A bien seguro que lo más inteligente hubiese sido irse y olvidarse de aquel incidente, pero su instinto le decía lo contrario. Se asomó al pasillo y se aseguró que nadie iba a molestarla. Luego, haciendo uso del abrecartas que había sobre la mesa, forzó el cajón de la cómoda y cogió los pergaminos. Primero pensó en fotocopiarlos y devolverlos a su lugar pero, el hecho de que el cajón hubiese sido forzado, pondría igualmente en alerta al nuncio. Además, si no era por ella, aquel documento histórico iba a ser irremediablemente destruido. Ocultó cuidadosamente los documentos bajo su ropa y huyó del lugar lo más rápido posible.

Sabía que ya no podía volver a su casa. Las huellas que habría dejado y su ausencia, la habrían convertido hacía rato en la principal sospechosa. Por otro lado, María sabía que debía encontrar a alguien capaz de traducir el contenido de aquel misterioso evangelio.
Sin dudarlo María se dirigió a la facultad de filología. Seguro que allí alguien podría ayudarla.

-Esto está escrito en arameo. Si fuese hebreo o árabe... Dijo el viejo profesor Hormes observando atentamente aquel viejo pergamino.
-Ya y ¿no conoce a nadie que pudiese ayudarme?
-Quizás Elías... ¡Espera! Dame cinco minutos. Contestó Hormes dejando por unos instantes la sala.

Pasaron cinco largos minutos y Hormes regresó a la sala acompañado por un joven de tez y cabellos oscuros.

-Buenas tardes señorita, mi nombre es Elías.
-Encantada
-Ernesto me ha comentado que necesitaba traducir un texto del arameo.
-Así es. Dijo María mostrándole uno de los pergaminos.

Elías abrió el documento sobre la mesa y empezó a leerlo.

-¿Es original? Masculló en voz baja mientras seguía concentrado en el documento.
-Por supuesto.
-A juzgar por los primero párrafos parece un texto bíblico y muy antiguo.
-¿Podría traducirlo entero?
-Supongo. ¿Qué extensión tiene?

María sacó todos los pergaminos de la bolsa y los depositó sobre la mesa.

-Deben haber unos ocho o nueve documentos. Dijo mirando al hombre.
-Esto me llevará un tiempo y bueno... si sólo fuera un par de frases yo...
-Le pagaré bien, se lo prometo. Lo único es que me corre prisa y en cualquier caso, no puedo alejarme de estos pergaminos.
-Bien, en ese caso nos espera una larga noche.
-Perfecto.
-¿Le parece bien mi apartamento? La biblioteca cierra en un par de horas.
-Ningún problema.

Pasadas las dos primeras horas Elías dejó de traducir por dinero y empezó a hacerlo por pura curiosidad.

-¿Y dices que este documento estaba en manos de nuncio de su santidad?
-Eso es. Siento haberte metido en este tremendo lío, pero no sabía a quien recurrir.
-No pasa nada. Lo realmente importante ahora es saber el alcance de lo que este texto relata.
-¿Puedes avanzarme algo?
-Lo que te voy a contar te va a poner los pelos de punta.
-Adelante.
-Verás, si este texto es auténtico, estamos ante el único documento escrito por el puño del propio Jesús.
-¡Madre mía!
-El texto es de carácter profético y más allá del hecho de que esté escrito por el propio Jesucristo, no sería tan extraordinario si no fuese porque en él aparecen nombres y apellidos de personas influyentes en la actualidad y fechas muy exactas.
-¿Cómo?
-Lo que oyes. Es el primer texto profético, cuya autoría y credibilidad son incuestionables, donde aparecen todos los nombres de los implicados en la trama.
-¡Joder!
-¿Quién sabe que esto está en tu poder?
-Su excelencia y probablemente la persona que le llevó los documentos.
-Estás en peligro. Bueno, si lo que cuenta este documento es real, lo estamos todos.

A las diez de la mañana María amaneció recostada en el sofá mientras que Elías seguía todavía en vela, descifrando aquel jeroglífico.

-¡Lo siento, me he dormido!
-No te preocupes, justo acabo de terminar.
-¿Y?
-No sé si quieres saberlo...
-¿Tengo otra alternativa?
-Supongo que no. Bien, lee tu misma la traducción del texto.

María se sentó nuevamente en el sofá y empezó a leer.

-¡Esto no puede estar pasando!
-Me temo que sí.
-Pero ¿qué podemos hacer tú y yo?
-No lo sé. Si tal como afirma el documento Ratzinger va estar detrás del magnicidio de Obama y de la proclamación como nuevo presidente de los EEUU del anticristo, sólo se me ocurren cuatro hipótesis.
-¿Cuáles?
-O bien hacemos público el documento, o hacemos desaparecer a Ratzinger, o nos cargamos al anticristo, o conseguimos que nadie mate a Obama. ¿Cuál prefieres?
-Creo que voy a pedir el comodín del público. Contestó María tratando de imprimir algo de humor a aquella tensa situación.
-Vamos a ser realistas. Hacerlo público no significa pararlo, por otro lado, con el anticristo, no creo que tengamos muchas probabilidades. No sabemos quien es y aunque lo supiéramos, dudo que lo pillásemos por sorpresa. Proteger a Obama estaría bien si se tratase de algo puntual pero, no podemos garantizar esa protección eternamente. Creo que la única opción lógica es cargarse al Papa.
-Eso como mínimo, seguro que además de ser una herejía, es pecado.

Tras una sonora risotada, Elías añadió:

-Ahora necesitamos un plan.
-¿Cómo vamos a llegar hasta él?
-Si no puedes con tu enemigo, únete a él o, al menos, haz que crea que tu móvil es distinto al real.
-Ya entiendo, pero a mí me conocen. Tarde o temprano alguien me iba a reconocer.
-No temas, yo lo haré. Tu tan sólo ocúpate de hacer llegar estos documentos a La Casa Blanca. Necesitaré una buena defensa cuando todo esto termine.
-Por supuesto.

Atentar contra el Papa no iba a ser algo sencillo pero llegar hasta Obama, tampoco. Ambos dedicaron un buen rato a pensar cómo llegar hasta ambos personajes.

-Creo que tengo la forma de llegar hasta Ratzinger. Afirmó Elías.
-¿Cuál?
-Hacerle llegar la noticia de que los documentos están en mi poder y que quiero pasta a cambio. Y por supuesto, que sólo hablaré con él.
-Arriesgado pero coherente. ¿Y cómo llego yo hasta Obama?
-Para eso quizás haya que esperar a que me apresen y entonces hacer públicos los documentos. Ocupate de autentificar los pergaminos y de mantenerlos a salvo.
-Cuenta con ello.

Aquel mismo día María hizo llegar al Vaticano la información oportuna acompañada de una fotocopia del papiro donde aparecía el nombre del pontífice. Cinco años al servicio del nuncio daban, al menos, para saber como hacer llegar un sobre al Papa. La llamada no se hizo esperar.

-¿Hablo con Elías Stein?
-Sí, soy yo.

Tras un incómodo silencio la voz al otro lado del teléfono prosiguió.

-Soy Joseph Ratzinger. Creo que tiene algo que me pertenece.
-¿Pertenece? Digamos algo que le interesa.
-¿Cuánto quiere?
-¿Cuánto está dispuesto a pagar?
-¿Le parece suficiente un millón de Euros?
-No está mal. Pero el intercambio lo haremos usted y yo a solas.

Tras otro largo silencio la voz volvió a contestar.

-De acuerdo, a solas.
-Si por un solo momento creo que me la va a jugar debe saber que existe una copia de los documentos, los resultados de autenticidad y un video donde se explica todo. Ah, y me olvidaba, la grabación de esta conversación.
-¿Cómo sabré que todo eso desaparecerá tras el intercambio?
-Si todo sale bien le daré una llave y la dirección de una taquilla. Lo podrá destruir usted mismo.
-Está bien. ¿Qué le parece el jueves a las 16:00?
-Bien pero la dirección la pongo yo.
-De acuerdo.

Tras pactar la dirección Elías colgó el teléfono.

-Demasiado fácil. Dijo María.
-Puede que tengas razón, pero no tiene muchas más opciones.
-En cuanto vea que no llevas los documentos te matarán. Voy a ir contigo.
-¡No!
-¡Sí! Aunque sólo sea a una cierta distancia con un rifle con mira telescópica. Al menos, si falla uno, siempre quedará el otro.


Había llegado el día y los nervios estaban a flor de piel. La llave de la taquilla donde estaban los documentos originales y una carta con instrucciones habían sido mandadas a un familiar de Elías en Nueva York y, una copia de los pergaminos, debidamente documentada, a cada medio de comunicación internacional. No podían dejar nada al azar.

De camino al lugar, ambos se sumergieron en un silencio casi cortante. Cuando faltaban pocos metros, María rompió la calma y dijo:

-El primero que pueda, que dispare. No vamos a tener demasiadas oportunidades ¿lo sabes no?
-¿Has pensado que quizás no salgamos vivos de esta?
-Tampoco saldríamos vivos si se cumple lo que está escrito. Puestos a elegir prefiero morir peleando.
-Recuérdame que si salimos vivos de esta te pida una cita.
-Hecho.

María bajó primero y, tal y como habían planeado subió a la azotea del edificio más cercano. Mientras, Elías aparcó el vehículo cerca del lugar. De camino, Elías se percató que algo extraño estaba ocurriendo. La gente con la que se cruzaba en la calle parecía muy alterada. Entonces, al pasar frente al ventanal de un bar, pudo ver a varias personas aglomeradas frente al televisor viendo las noticias. En ellas, se hablaba de un doble y terrible magnicidio; el de Obama y el del Papa.

Tanto María como Elías habían cometido un gran error; Ratzinger tanto sólo era el mensajero y, fuera quien fuese el que estaba detrás de todo aquello, no dudó ni un sólo instante en deshacerse de él. Desgraciadamente, el Apocalipsis había empezado.

1 comentarios:

PauuLa..❤ dijo...

muuy bueeno.. peero mmm no entendi muy bien jaja me qedo duda en bastantes cosas :S en geneeral buenaa jajaja sooy tu faan! pasa por mi blog!

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