9 sept 2010 | By: Laura Falcó Lara

Experimento Jaula


Aquella mañana notó que algo no iba bien, que algo no era igual. Era una sensación extraña, algo así como una intuición. Desde el primer instante creyó ver una mirada distinta en su familia. Primero, durante el desayuno, Jane sintió que sus padres y su hermano estaban excesivamente pensativos. En sus rostros se dibujaba una cierta tristeza, era como si temiesen decir algo que no debían. Luego, ya en la calle, a Jane le dio la sensación de que la gente la observaba. De hecho, en más de una ocasión le pareció ver como murmuraban a sus espaladas. Incluso sus amigos, aquellos en los que siempre había confiado, parecían distraídos y lejanos. Inquieta, Jane decidió hablar con Mónica. Si ella no era capaz de decirle que estaba pasando, nadie lo iba a hacer. Conocía a Mónica desde muy pequeña, desde la guardería y desde entonces, se habían convertido en inseparables. Esperó al final de la segunda clase y sin dudarlo, se acercó a ella.

-Hola Mónica. Exclamó mientras la apartaba del resto.
-Hola. Dijo Mónica tratando de esquivar la mirada.
-¿Qué está ocurriendo?, ¿Por qué me miráis todos así?
-No pasa nada. Afirmó ella. ¿Debería pasar algo?

Sabía que estaba mintiendo. Mónica nunca había sabido mentir; algo en la expresión de su mirada la delataba.

-¿Me lo vas a contar, o tengo que cabrearme contigo?

Agobiada, Mónica guiñó un ojo a Jane, mientras que con la mano le pidió que la siguiera. Jane siguió a Mónica hasta los lavabos y tras realizar una exhaustiva revisión para comprobar que no había nadie, cerró la puerta y se dispuso a hablar.

-¿A que viene tanto misterio? Preguntó Jane intrigada
-Lo que te voy a contar te va a costar de creer, pero es la verdad.

Jane miró a Mónica con cierta inquietud. La verdad es que no le gustaban demasiado las sorpresas.

-Verás, hace diecisiete años unos científicos de la NASA enviaron una nave al espacio en busca de otros sistemas con vida inteligente. La operación se llamó “Experimento Jaula”.
-¿Qué tiene que ver esto contigo? Preguntó Jane desconcertada por aquella narración.
-Creeme que mucho. Tú eres el resultado de toda aquella búsqueda.
-¿Cómo?
-Aunque nadie lo creía, finalmente encontraron vida lejos de aquí, en otra galaxia y decidieron traer un ejemplar recién nacido con el fin de experimentar con él. Ese ser, eras tú.
-¿Estás loca? ¿De que coño estás hablando?
-Bajo ese aspecto hay un ser que no tiene nada que ver con la raza humana.
-¿Te has tomado algo?
-¿Recuerdas cuando en quinto curso te cortaste y en vez de sangre, te salió un líquido blanquinoso? La profe lo justificó diciendo que era pus, pero nada más lejos de la realidad. Piensa, ¿cuántas gripes has cogido en tu vida?, ¿recuerdas haber cogido alguna enfermedad típica de los niños? La respuesta es indudablemente no.

Jane recordó entonces algunos otros hechos extraños a los que nunca pudo darle una explicación.

-Jane, ¿nunca has sentido que eres diferente a los demás?
-Bien imaginemos que tienes razón y que soy una “extraterrestre”. ¿Qué tendría eso que ver con el hecho de que ahora, de pronto, me miraseis todos de forma extraña?
-Porque estás en peligro Jane.
-¿En peligro?
-El proyecto Jaula comprendía llevar a un ser de otro planeta e integrarlo en nuestra civilización para ver si era capaz de adaptarse. Para ello se creó esta ciudad, tu familia, esta escuela, tus amigos... todo un mundo controlado donde poder ver los avances. Hasta la fecha era un éxito pero ahora todo ha cambiado. El gobierno, no tiene suficientes fondos y no quiere seguir invirtiendo en esto y claro, tienen un problema; tú.
-¿Yo?
-No pueden dejarte suelta por ahí, eres un riesgo que no pueden asumir.
-¿Yo un riesgo?
-¡Jane, eres una extraterrestre! Por si eso fuera poco, la raza a la que perteneces es sumamente agresiva, al menos en su hábitat natural. Uno de los mayores logros ha sido erradicar esa violencia originaria de tu raza. Pero ahora, si todo acaba, no sabemos que van a hacer contigo. Quizás te recluyan en algún centro, o te devuelvan a tu planeta.
-Mira Mónica, esta broma ya me está cansando. Cuando decidas contarme la verdad de lo que ocurre, ya sabes donde encontrarme.

Jane salió del baño todavía más enfadada de lo que había entrado. ¿Quién iba a creerse aquella estúpida historia? Lo cierto, es que tras aquella conversación no se sentía con ánimos de volver a clase, prefería irse a casa.

Tomó como siempre el autobús y luego, caminó aquellos cien metros que separaban su casa de la parada. Estaba a punto de llegar cuando algo llamó su atención. Frente a su casa, montado sobre la acera, estaba estacionado un coche oscuro con cristales tintados. Aquel era un barrio residencial y todos se conocían. Nadie aparcaba jamás los coches sobre los parterres ajenos. Jane trató de acercarse con sigilo. Fue entonces, cuando mirando a través de la ventana de la cocina los vio. Estaban sentados en el salón, junto a sus padres. Eran dos hombres vestidos con trajes negros y gafas oscuras que, a juzgar por los bultos que asomaban en la parte trasera de sus trajes, debían ir armados. Su madre, cabizbaja, no paraba de llorar desconsoladamente mientras su padre trataba infructuosamente, de consolarla. Era evidente que algo iba francamente mal, pensó. Por primera vez en todo el día, la historia que Mónica le había contado cobraba sentido. ¿Y si realmente ella era “extraterrestre”?, ¿Y si aquellos hombres venían a por ella? Pero si eso fuera así, ¿Cómo habrían conseguido darle aspecto humano?, pensó. Inquieta, Jane decidió que lo mejor que podía hacer era volver donde Mónica y dejar que le contase todo lo que sabía.

-¿Y Mónica? Preguntó solo llegar a clase.
-No ha venido esta tarde a clase. Le contestó Jonatan mientras la miraba con cierta tristeza.
-Pero si yo la dejé en el...

Preocupada, Jane se dirigió al baño. ¿Y si le había pasado algo a su amiga?,¿Y si la había puesto a ella en peligro sin quererlo?

Abrió la puerta lentamente, miró a ambos lado, pero allí no había nadie. Luego, trató de abrir una a una todas las puertas de los váteres pero, una de ellas, parecía estar cerrada.

-¿Hay alguien?, ¿Mónica?

Nadie contestaba. Nerviosa, Jane se arrodilló tratando de ver por debajo de la puerta si había alguien en aquella cabina. Sobre la taza, tan sólo pudo ver la sombra de dos pies que parecían estar sobrevolando el váter. Decidida y temiéndose lo peor, Jane arremetió con todo su cuerpo contra la puerta tratando de derribarla, pero no tenía fuerza suficiente, así que salió al pasillo en busca de ayuda.

Tras dos escasos minutos, Jane entró de nuevo con Miguel. Sin dudarlo, Miguel arremetió con todas sus fuerzas contra la puerta de la cabina para descubrir lo que Jane buscaba, hallar a Mónica colgada del techo del baño.

-¿Suicidio? ¡Ja! Exclamó Jane mirando a Miguel, su compañero de clase.
-Pero quien iba...
-Alguien que no quiere que yo sepa la verdad.
-¿Qué es lo que sabes?
-Todo. Contestó Jane mientras salía del baño dispuesta a huir de allí.

Ella sabía la verdad y ahora más que nunca era completamente consciente del peligro que corría. Ahora sabía que debía huir.

-Miguel, si alguien te pregunta por mí, no me has visto. Hazme este último favor. Dijo mientras salía corriendo de allí.

Se miró una y otra vez en aquel espejo. Desnuda, trató de encontrar algo que desvelase el secreto de aquella piel prestada. ¿Cómo sería en realidad? Revisó una y otra vez cada zona de su cuerpo pero no había nada de donde tirar, nada que desprender. Si no fuera por la muerte de Mónica seguramente acabaría regresando a casa convencida de que aquello no podía ser real; pero lo era. Su amiga estaba muerta y ella debía buscar la forma de desaparecer de la faz de la tierra. ¿Cómo sería su aspecto real? Por un instante vinieron a su mente toda suerte de imágenes propias de las películas. Monstruos viscosos, seres repulsivos, enanos cabezones... Horrorizada Jane sintió que le fallaban las piernas. Era preferible no pensar en ello. Se vistió a toda prisa y salió del probador de aquella tienda tratando de no levantar sospechas. Debía alejarse de ahí, dejar su ciudad y empezar de nuevo.

Sentada en la parte trasera de aquel autobús Jane trató de imaginar cómo sería ella realmente debajo de aquella piel prestada. Pero más allá de su aspecto real había algo que todavía la angustiaba más y era pensar en cómo sería el mundo del que ella procedía. Su mundo ahora era el humano, el terrestre. Se sentía atraída por los chicos de la raza humana y se había acostumbrado a medir todo en base a los cánones de belleza humanos. ¿Cómo iba ahora a aceptarse a si misma?, ¿Cómo podría convivir con sus congéneres si decidían devolverla a su planeta? Por otro lado, no podían recluirla de por vida así que, seguramente, acabarían deshaciéndose de ella. Pero huir tampoco le parecía una buena solución. No podía pasarse la vida huyendo y en cualquier caso, sabiendo que no era humana, jamás podría tener una vida normal. Jamás podría ser madre. Luego, asustada, empezó a pensar en qué ocurriría si empezase a recuperar su apariencia real. ¿Y si durante todos estos años había estado injiriendo sin saberlo algún medicamento para poder tener aquel aspecto? ¿Y si una mañana se levantaba y descubría a un monstruo frente al espejo? Después, sin poder evitarlo Jane empezó a pensar en su familia. ¿La habrían querido realmente, o para ellos tan sólo era un experimento? Por primera vez en su vida, Jane se sintió muy sola, ya no había sitio para ella en ninguno de los dos mundos. Cabizbaja, Jane bajó del autobús.

A la mañana siguiente, la mujer de la limpieza de un bar de carretera encontró en el baño el cuerpo de Jane sin vida. Había ingerido una caja entera de barbitúricos. Junto a ella tan sólo había una carta dirigida a las autoridades, o a quien quisiera leerla. La carta decía lo siguiente:


Estimados señores,

Por muy avanzada que sea su sociedad, por mucho que crean que son seres evolucionados, se equivocan. Una sociedad avanzada es aquella que no entiende de razas, de posiciones sociales, ni de colores, sino de personas. Lo que cada uno de nosotros somos no lo define ni nuestra apariencia, ni el valor de lo que poseemos, sino lo que sentimos, lo que pensamos y lo que demostramos con nuestros actos. Quizás yo nací en otro mundo, pero me crié en este y les puedo asegurar que he sido, soy y me siento tan, o más humana que ustedes. Me crié en una mentira, me crié pensando que yo era parte de este planeta, que era una más pero, ¿se han parado a pensar cuánta gente se ha criado en mentiras similares a la mía? Sí, porque para ustedes, tampoco todos los humanos son iguales. El niño que crece en una familia sin recursos, el niño que tiene alguna minusvalía, o el que es de raza distinta a los demás, también piensa que es “normal”. Desgraciadamente, luego crece y descubre que existe un mundo al que jamás podrá acceder, un mundo que le rechaza y le excluye, por el mero hecho de ser distinto a los demás. ¿Quién les dio a ustedes el poder de excluir?, ¿Se han parado alguna vez a pensar que si se juntan todos los “distintos”, son muchos más que ustedes?, ¿Quiénes son realmente entonces los “distintos”?
Atentamente,

Jane

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me sorprendes, otra vez. Cada historia tuya es perfecta!!

Peter Mathius dijo...

Muy Buena história, pero "Tristemente Real", el Mundo no está hecho para nosotros, los seres con alguna Enfermedad Vascular o Minusvalía, verdaderamente RECHAZADOS por "No poder Trabajar" (Provisionalmente) Yo esto, en parte, lo estoy viviendo en mi persona... PURA REALIDAD Laura... Y me Entristece cantidad lo "Depredadores" que podemos llegar a ser los unos contra los otros, por llegar a tener cierta estabilidad económica y social.-

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