19 jul 2011 | By: Laura Falcó Lara

La isla

El mar rugía embravecido y el barco navegaba a la deriva sin rumbo, sin control. Las olas rompían sobre la cubierta con tanta fuerza que era difícil permanecer sobre ella sin caer al mar. Saúl se ató al timón tratando de no salir despedido, aún y así, no podía controlar la nave. El resto de la tripulación, los que aún estaban con vida, permanecía asustada en el interior de la nave agarrándose a las paredes y a los muebles, para no salir rodando de una punta a otra de la embarcación. A lo lejos, esbozándose entre la bruma y las nubes, le pareció divisar tierra. A medida que la nave iba avanzando, aquel sutil dibujo del horizonte fue convirtiéndose en algo real, en una esperanza.

-¡Por fin! Exclamó Saúl exhausto. Aquella isla podía ser su salvación, pensó.

Trató de sostener el rumbo y para ello tiró del timón con todas sus fuerzas; incluso con aquellas que ya no tenía. Sólo llegando a tierra firme tenían una oportunidad de sobrevivir.

El sol calentaba su rostro y su cuerpo. Destemplado, entumecido, yacía rebozado en la fina arena de playa. Sin apenas fuerzas abrió ligeramente sus ojos y trató de recordar lo ocurrido. El agua, las olas y aquella terrible sensación de ahogo, volvieron a su mente. La única forma que encontró de llegar a tierra fue saltar de la embarcación y nadar; nadar hasta perder la consciencia. ¿Y sus compañeros? Apenas tuvo tiempo de avisarles antes de saltar. Miró a ambos lados pero no vio nada, ni a nadie. Sentado en mitad de una playa desértica, trató de pensar con claridad. Según las cartas de navegación en esa zona, precisamente allí, no había tierra. Entonces, ¿dónde se supone que estaba? Se incorporó y miró hacia el interior de la isla; la espesura de la selva lo cubría por completo. ¿Habría vida inteligente en aquella isla?, pensó. Hubiese lo que hubiese no le iba a quedar más remedio que adentrarse en ella si quería encontrar algo que comer. Decidido, empezó a avanzar hacia el interior cuando, de entre la vegetación, empezaron a aparecer decenas de hombres ataviados con plumas y tapa rabos. Por su altura, por sus facciones y por sus ropajes, a Saúl le recordaron a los guerreros de las tribus mayas. Sin mediar palabra, se acercaron hasta él y agarrándole por los brazos, lo llevaron preso al interior de la jungla.

Tras casi una hora de sortear la espesa vegetación, llegaron a un enorme claro. Saúl no podía dar crédito a sus ojos, ante él se alzaba una gran muralla y dentro, un poblado maya, con sus pirámides, sus casas, sus templos y sus habitantes. Era una ciudad rodeada por al menos siete muros circulares y concéntricos que albergaban, en algunos casos agua y en otros, tierra y construcciones en su interior. Era como si el tiempo se hubiese quedado anclado en un pasado ya inexistente y tan sumamente remoto y desconocido, que Saúl se sintió un privilegiado por poder estar ahí. Aquella isla era probablemente el único resquicio sin descubrir que quedaba en todo el planeta; esa era la única explicación que Saúl podía encontrar. ¿Cómo sino hubiese sobrevivido aquella civilización? Como todo apasionado por la historia sabía que tenía una oportunidad única para entender y desvelar al mundo la verdad sobre los mayas, sobre las pirámides, sobre sus sacrificios, sobre su extraordinario conocimiento de la astronomía. Por unos minutos, olvidó su calidad de náufrago, olvidó que allí el era únicamente un prisionero y disfrutó de la escena.

Tras cruzar prácticamente toda la ciudad, aquellos hombres le encerraron en un pequeño y oscuro habitáculo donde permaneció preso bastante tiempo.

Pasaron un par de meses antes de que empezasen a confiar en él y le dejasen deambular libremente por la ciudad. Aunque a duras penas conseguía hacerse entender, con el tiempo, fue descifrando las bases de aquel idioma. Los primeros meses en libertad Saúl los pasó estudiando aquella cultura. Tenía mucho en común con las civilizaciones mayas sólo que, debido a su ubicación y aislamiento del resto del continente, se podían apreciar algunas particularidades. No tardó mucho en descubrir que el nombre al que respondía aquella hermosa tierra, no era otro que Atlantis; una isla perdida en mitad del océano, que muchos creían leyenda y otros tantos desaparecida hacía miles de años. De ser así, el descubrimiento que acaba de realizar le valdría a bien seguro el Premio Nobel, pensó.

Debía llevar allí cerca de un medio año cuando decidió que ya tenía suficiente información y que era el momento de regresar a casa. Por ese motivo, pidió ver al Ah-Kin-May, o sumo sacerdote.

-¿Regresar?, ¿A dónde? Preguntó aquel anciano sorprendido.
-A mi casa. Contestó Saúl.
-Creo que todavía no has entendido qué haces aquí. Contestó el hombre con tono solemne.

Saúl frunció el ceño en señal de desconcierto.

-Tú no eres más que un eslavo y como tal, vas a ser sacrificado antes de la siguiente luna nueva para apaciguar a los Dioses.
-¿Cómo? Contestó Saúl con el rostro desencajado.

Aquello tenía que ser una broma de mal gusto, pensó para sus adentros. Asustado por aquellas palabras empezó a retroceder lentamente hacia la salida.

-Tendrás el honor de morir a manos mías. ¿Qué más se puede pedir? Respondió el

Ah-Kin-May con una amplia sonrisa mientras cuatro guerreros lo apresaban nuevamente.

Horrorizado Saúl empezó a recodar los grabados y pinturas mayas que como estudioso, había observado en multitud de ocasiones. En ellos, mientras los músicos tocan tambores y trompetas, el Ah-Kin-May arrancaba con un enorme cuchillo las entrañas a un preso, que permanecía atado a un cadalso.

La fragata “La Heather Belle”, que realizaba el trayecto Inglaterra-Guayacán, Chile, llevaba a bordo un cargamento de carbón cuando desapareció en septiembre de 1865. Se supone que se perdió en un temporal, o chocó con un témpano, en las cercanías del Cabo de Hornos. Oficialmente, su capitán, Saúl Bernard, murió ahogado con su tripulación, sin embargo, jamás pudieron encontrar su cadáver.

2 comentarios:

Peter Mathius dijo...

Misterioso e Inquietante Relato, a mi tambien me gustaría haber conocido personalmente a esa Inteligente Civilización MAYA, debería ser un "Puntazo" saber cómo eran tan certeros en sus Predicciones y pasar unos días trasladado al pasado disfrutando de su compañía... Grácias Láura, por habernos deleitado una vez más con esta agradable escritura y relato.-

Cedric dijo...

Gorgeous!

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