Martes 13 de abril, 2004
Andrew leyó la noticia en el periódico con sumo interés.
Un pequeño pueblo al norte de California ha sido puesto a la venta en Internet.
Bill Krall, quien compró Bridgeville, hace cuatro años, ahora lo ha puesto en venta en el sitio web de subastas eBay, con un precio base de 1,75 millones de dólares.
Krall, un asesor financiero del sur de California, compró por 600.000 dólares la pequeña villa, que consta de una docena de residencias, un café-restaurante, una escuela, una iglesia, un pequeño supermercado y una oficina postal. Según Krall, sus compromisos familiares le impidieron siquiera habitar en Bridgeville, ubicado a 50 kilómetros del Océano Pacífico, de acuerdo a la información suministrada por eBay.
El pueblo, situado en una zona boscosa al noroeste de San Francisco, tiene una extensión de 33 hectáreas. Según Krall, él invirtió "mucho dinero y esfuerzo" en acondicionar el área. Krall dice haber recibido correos electrónicos y llamadas de gente interesada desde China y Alemania. La subasta, que comenzó el martes, terminará el 4 de mayo.
"Puedes venir y escoger el nombre, e incluso ser al mismo tiempo alcalde, jefe de policía y ministro del interior", dijo Krall al enumerar los beneficios potenciales de comprar la propiedad. “Un pueblo de ensueño esperando ser restaurado y habitado por nuevos inquilinos”.
Andrew lo tuvo claro. Era un sueño hecho realidad. Llevaría allí a toda su familia y a aquellos amigos que quisieran compartir con el aquella aventura. Afortunadamente, el dinero no era un problema para él. Vivirían de lo que produjesen. La agricultura, la ramadería, la artesanía y el turismo rural eran los recursos más evidentes. Andrew entró en ebay e hizo efectiva su puja.
La primera vez que Andrew vio Bridgeville una extraña sensación se apoderó de él. Pese a que era un pueblo desierto tuvo la impresión de sentirse observado. El viejo restaurante, la oficina de correos, la destartalada iglesia parecían tener ojos y oídos. Había todavía mucho trabajo por hacer antes de que aquel pueblo quedase perfecto, pero sería más fácil controlar las obras una vez instalados en él, pensó. Así que puso todo su empeño en convencer a familiares y amigos.
La primera vez que Andrew vio Bridgeville una extraña sensación se apoderó de él. Pese a que era un pueblo desierto tuvo la impresión de sentirse observado. El viejo restaurante, la oficina de correos, la destartalada iglesia parecían tener ojos y oídos. Había todavía mucho trabajo por hacer antes de que aquel pueblo quedase perfecto, pero sería más fácil controlar las obras una vez instalados en él, pensó. Así que puso todo su empeño en convencer a familiares y amigos.
Al cabo de un mes todos los familiares y varios de sus amigos cercanos se mudaron a su nuevo hogar; Bridgeville. Los primeros días fueron duros. Hubo que acostumbrarse al medio rural y aprender a prescindir de los lujos de la ciudad. A cambio, los niños podía corretear al aire libre y los mayores disfrutar de la tranquilidad del campo. Simultáneamente, empezaron las obras de reconstrucción. Lo más urgente era dejar a punto las doce casas y luego, poco a poco irían reformando el resto del pueblo. Además, Andrew tenía en mente construir alguna casa más, con el fin de arrendarlas y un pequeño hotel para fomentar el turismo rural. Todo parecía idílico y su sueño iba tomando forma día tras días. Pero en esta vida, todo lo bueno parece que desgraciadamente tiene un fin y Andrew no iba a ser la excepción a esta regla.
- ¿Habéis visto a Pol? Preguntó Sandra entrando en la cafetería claramente alterada.
- No, por aquí no ha pasado. ¿Va todo bien? Dijo Miguel desde detrás de la barra.
- No le encuentro por ningún lado.
- Bueno, los críos ya se sabe…Respondió Carolina desde una de las mesas.
- Pol no suele actuar así. Contestó Sandra mientras salía del local.
- No, por aquí no ha pasado. ¿Va todo bien? Dijo Miguel desde detrás de la barra.
- No le encuentro por ningún lado.
- Bueno, los críos ya se sabe…Respondió Carolina desde una de las mesas.
- Pol no suele actuar así. Contestó Sandra mientras salía del local.
Nadie volvió a ver a Pol; ni vivo, ni muerto. Tras dos meses de una investigación que nunca dio resultados, Sandra, su esposo Mike y su hija Sofía acabaron por irse del pueblo. El resto de habitantes de Bridgeville tenía la completa convicción de que el crío debió caer al río y probablemente el cuerpo estaría cerca del mar.
No había pasado apenas una semana cuando un nuevo suceso rompió la paz de Bridgeville. Barbara, la encargada del supermercado del pueblo, desapareció sin dejar ni rastro. Aunque era cierto y de todos conocido que bebía demasiado y que su matrimonio no atravesaba el mejor momento, Jerry no la creía capaz de abandonarle. Barbara era una mujer demasiado cobarde y una acción de este tipo, no encajaba con su carácter. Afortunadamente, a los tres días Jerry recibió una carta de ella explicándole que había ido a pasar una temporada a casa de su hermana. Jerry se tranquilizó bastante, pero no dudo ni un instante en hacer su equipaje e irse con ella.
A los pocos días de que Jerry se fuera, ocurrió lo de Jack. Jack era un hombre fuerte, habituado a los deportes de riesgo y con una preparación física envidiable. De ahí que, cuando su hijo Steven afirmó que su padre había caído a un precipicio mientras hacían escalada, a muchos les extrañase la noticia. Lo peor fue que, debido a la zona tan abrupta en que ocurrió tan desgraciado suceso, nunca se encontró el cuerpo. Cuando se abandonó finalmente la búsqueda, Steven decidió volverse a Boston con su madre y dejar para siempre Bridgeville.
Llegados a aquel punto, Andrew empezó a preocuparse. De las doce casas ya tan sólo quedaban nueve ocupadas y el pueblo necesitaba un mínimo de personas para funcionar. Así que, vista la situación, Andrew se dispuso a poner varios anuncios en los periódicos nacionales, para buscar nuevos inquilinos. Lamentablemente, tras la última nevada Bridgeville se había quedado sin línea telefónica y los móviles en aquella zona, no tenían prácticamente cobertura. Su iniciativa debería esperar, pensó.
El día en que Bridgeville dejó de ser su hogar y pasó a ser una amenaza, acababa de empezar, aunque ninguno de ellos era todavía consciente.
- ¿Alguien ha visto a Jackson últimamente? Preguntó Carolina
- ¿No estaba en cama con gripe? Contestó Robin
- ¿Jackson con gripe? Con lo bruto que es seguro que es él quien acaba con la gripe y no al revés. Apuntó Miguel no sin cierta ironía mientras servía un par de cafés.
- ¿Soy yo el que ve fantasmas o algo extraño está pasando en este puto pueblo? Preguntó Carl
- Lo cierto es que últimamente tan sólo pasan desgracias. Dijo Ana, su mujer.
- Yo, si os he de ser sincera, ya le he dicho a Miguel que porqué no volvemos a la ciudad. Respondió Amanda
- ¿Y tú Miguel?, ¿Qué opinas? Preguntó Carla mientras bebía un sorbo de cocacola del vaso de su marido, Robin.
- Que creo que nos vamos a ir. Los niños no se han adaptado como yo pensaba y echamos de menos la locura de la ciudad.
Otra casa menos, pensó Andrew para sus adentros. Ya tan sólo iban a ser ocho. O peor aún, cuando al cabo de un par de días descubriesen que Jackson no estaba enfermo, sino que también había desaparecido, el número iba a reducirse a siete. Fue a partir de ese preciso instante, en que todos se dieron cuenta de que algo iba realmente mal. Aquella noche, después de cenar y de acostar a los niños, casi todos los habitantes adultos de Bridgeville se reunieron en el Bar de Miguel.
- ¿Qué está pasando Andrew? Preguntó Roy claramente alterado.
- Yo y mi familia nos vamos mañana mismo. Dijo David cogiendo a Alicia de la cintura.
- Lo mismo digo. Señaló Victor mirando a Claudia con complicidad.
- No puedo deciros nada que resuelva lo ocurrido. Yo y Julia estamos tan preocupados como vosotros.
- Bien, pues creo que es hora de irnos de aquí. Afirmó Alan tomando entre sus manos la de Carolina.
Los ánimos estaba crispados y un cierto miedo a lo desconocido había empezado a asentarse entre ellos. De prontó, como si de un tornado se tratase, Susana entró en el bar abriendo bruscamente la puerta:
- ¡Roy! ¡Los niños no están en sus camas! ¡No los encuentro por ninguna parte!
Todos se miraron alarmados. Aquello no había hecho más que empezar.
Martes 15 de abril, 2008
Se publica una curiosa noticia en toda la prensa nacional:
Un pequeño pueblo al norte de California ha sido puesto a la venta en Internet.
Krall recompró por 800.000 dólares la pequeña villa, que en la actualidad consta de veinte de residencias, una cafetería, un restaurante, una escuela, una iglesia, un gran supermercado, un hotel, un ayuntamiento y una oficina postal. El pueblo, situado en una zona boscosa al noroeste de San Francisco, tiene una extensión de 33 hectáreas. Según Krall, él invirtió "mucho dinero y esfuerzo" en acondicionar el área. Krall dice haber recibido correos y llamadas de gente interesada desde varios lugares del mundo. La subasta, que comenzó el martes, terminará el 4 de mayo.
"Puedes venir y escoger el nombre, e incluso ser al mismo tiempo alcalde, jefe de policía y ministro del interior", dijo Krall al enumerar los beneficios potenciales de comprar la propiedad. “Un pueblo de ensueño esperando ser restaurado y habitado por nuevos inquilinos”.
Bill Krall, sentado en el bar de Bridgeville se sonríe y exclama:
- Bueno, no te quejarás viejo pueblo. Ya han pasado cuatro años desde que te llevé a los últimos inquilinos para que te alimentaras y crecieras. Supongo, que ahora ya te va tocando otra pequeña restauración ¿no?
4 comentarios:
Hola, soy nuevo siguiendo tu blog, y es lo primero que me ha dado tiempo de leer. ¿Es creación propia? Porque es bueno, al más puro estilo Stephen King.
Un saludo.
Hola Angel,
Sí es propio. Además de editar libros de este tipo de temáticas me divierte escribir relatos de terror. Me alegro de que te haya gustado y bienvenido.
Pues si editas y publicas algo tuyo avisa, que lo leeré. Yo también intento escribir, pero creo que soy demasiado crítico conmigo mismo y eso no me permite acabar lo que empiezo.
wo0ow lau en serio te admiro tienes un gran don que DIOS te bendiga enserio andes de que llegue diciembre creo que memorisare todas tus historias de tanto que las leo en verdad son tan interesantes me encantan¡!¡!
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