9 jul 2009 | By: Laura Falcó Lara

Frío

Aquella noche Verónica se sintió francamente bien. Era su quinta cita con Alan y todo iba viento en popa. Hacía mucho tiempo que ningún hombre la hacía sentirse así; aquella relación prometía.

-¿Te apetece tomar una última copa en mi casa? Preguntó Alan mientras jugueteaba con los largos cabellos rubios de Verónica.
-Mmmm...creo que sí. Contestó Verónica sin demasiadas dudas y sabiendo perfectamente lo que la noche le deparaba.

A la mañana siguiente, con ojeras y el cabello completamente alborotado tras una noche de poco sueño, Verónica dejó la cama y fue al baño a arreglarse. Se duchó, cepilló durante algo más de diez minutos su hermosa melena y, cuando se disponía a maquillarse, una extraña y súbita sensación de frío la hizo temblar de pies a cabeza. Miró tras si pensando encontrar una ventana abierta, pero estaba cerrada. Extrañada, siguió maquillándose apresuradamente ya que llegaba tarde a la oficina.

Pasaron unos meses y la relación con Alan iba cada día mejor. No tenía duda alguna de que por fin había encontrado al hombre adecuado. No entendía como un hombre así andaba todavía suelto con casi cuarenta años. De hecho, la relación se estaba consolidando de tal forma que Alan pensó en plantearle a Verónica la posibilidad de casarse o de vivir juntos. Además, en breve podían trasladarle por trabajo a California y pensar en irse solo, no era plato de su devoción. A tal efecto, aquella noche preparó una cena romántica en su apartamento. Las flores, las velas, una luz tenue y una música melódica de fondo harían el resto. La noche prometía ser inolvidable.

Tras una deliciosa cena Alan tomó las manos de Verónica entre las suyas y mirándola fijamente a los ojos le dijo lo que toda mujer espera oír del hombre al que ama.

-Verás, llevo un tiempo dándole vueltas a esto y creo que ha llegado el momento.
-¿El momento?
-Sí, sé que por mucho que busque no hallaré ninguna mujer como tú. Sé que si te pierdo, o si te dejo escapar me voy a arrepentir para siempre. Desde el momento en que te vi supe que te iba a amar toda mi vida. Verónica, ¿Quieres casarte conmigo?
-¡Sí, claro que sí¡ Contestó Verónica claramente emocionada.

En ese preciso instante todas las puertas de las casa se cerraron de golpe con un gran estruendo y una repentina sensación de frío inundó la casa.

-¡Dios! Exclamó Verónica sobresaltada.
-¿Qué demonios...?
-Debes tener algo abierto y con la corriente...
-No recuerdo haber dejado nada abierto pero...bueno. Contestó Alan desconcertado.
-Mientras averiguas lo qué ha pasado, voy un segundo al baño.

Verónica cerró la puerta del baño y, como si de un niña pequeña se tratase empezó a dar saltitos de alegría. Luego, mirándose en el espejo empezó a decir:

-Señora de Alan Jones, Verónica Jones...mmm...señora Jones...no suena mal...jajajja.


De pronto, Verónica volvió a sentir un frío enorme y una voz débil le susurró al oído:

-¿Qué tal suena viudo de Verónica Miles?

Asustada Verónica se abalanzó sobre la puerta tratando de salir del baño, pero el pomo ni tan siquiera se movía.

-¡Alan por Dios, sácame de aquí!

Alterado por los chillidos, Alan corrió hacia el baño y, sin ningún problema abrió la puerta.

-¿Qué ocurre?
-Yo...he oído...
-¿Qué?

Verónica miró tras de si. El baño estaba tranquilo, no se oía nada y el frío había cesado por completo.

-No sé, creí oír algo raro.
-Ya pasó, tranquila.

Pero nada más lejos de la realidad, nada había cesado; todo acababa de empezar.

Pasaron un par de semanas hasta que Verónica tuvo que volver a casa de Alan. Alan iba a estar quince días de viaje por trabajo y le pidió a su prometida que se acercara a su casa a regar las plantas. Verónica accedió encantada. Había prácticamente terminado cuando fue al baño a lavarse las manos antes de irse. Nuevamente un frío desmesurado invadió el baño y la puerta se cerró violentamente. Verónica atemorizada se echó atrás y apoyó su espada contra la pared mientras un manto de escarcha cubria lentamente la luna del espejo del baño. Entonces, como si de un dedo se tratase, algo escribió sobre el espejo.

“Alan Asesino”

Verónica no daba crédito a sus ojos. Aterrada trató de abrir la puerta del baño que, a diferencia de la última vez, cedió. Sin pensarlo dos veces, corrió hasta la puerta de la casa y se fue de allí. Aquello que acaba de ocurrir tenía que tener una explicación. ¿Quién o qué provocaba aquello? ¿Por qué habían escrito Alan asesino? ¿Por qué alguien le había susurrado al oído viudo de Verónica Miles? Definitivamente, Verónica estaba decidida a saber más sobre el hombre con el que se iba a casar. Nerviosa y afectada, tan pronto como llegó a casa empezó su búsqueda en internet. Fue allí de donde tomó el teléfono de una céntrica agencia de detectives, a quien encomendó la búsqueda de información.

A la semana siguiente, Alan volvió de Asia y Verónica trató de mostrarse normal. No quería contarle lo ocurrido a Alan, hasta tener la certeza de que no tenía que temer nada de él. Pasados diez largos días las noticias de la agencia empezaron a llegar.

-Su nombre real no es Alan Jones, sino Sulivan Brown. Nos ha sido bastante complicado seguirle la pista ya que, durante los últimos quince años ha cambiado al menos ocho veces de residencia y de nombre.
-¡Dios!
-Pero eso no es lo peor, señora Miles. Teóricamente, el señor Brown se ha casado y ha enviudado ocho veces, tantas como veces que ha cambiado de estado. La última hace algo más de un año en este mismo estado.
-¡¿Qué?!
-Lo que nos tememos, visto lo visto, es que sus ocho esposas no fallecieran realmente de muerte natural. Habrá que avisar a la policía.

Verónica se llevó la manos a la boca y fue incapaz de soltar ni una palabra.

Tras realizar ocho nuevas autopsias, Sulivan Brown fue detenido, encarcelado y condenado a muerte por asesinato. Verónica estaba destrozada pero, tras algunos meses, decidió volver a la casa de “Allan”; tenía algo pendiente. No sin un cierto miedo entró en el baño y mirándose en el espejo dijo en voz alta:

-Me has salvado la vida, gracias.

Entonces, como en las otras ocasiones, un frío descomunal invadió la estancia y una sutil pero clara voz de mujer susurró en su oído:

-Gracias a ti, Verónica.

2 comentarios:

Christene Alternative Solitude Sausage dijo...

WOW WOW WOW!! no me esperaba ese final!! al final me ha dado un escalofrío xD
muy bueno!!

Unknown dijo...

me ha tocado un escalofrio igual..jaja muy buena

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