13 nov 2009 | By: Laura Falcó Lara

Parásitos

20 de Octubre 2009.


Despertó en el suelo de su casa. No recordaba como había llegado hasta ahí, ni cuánto tiempo debía llevar inconsciente. Afortunadamente a aquella hora, los niños estaban en el colegio y Jack en la oficina. Al menos les había ahorrado el sobresalto. Trató de recordar qué era lo que le había pasado, pero no era capaz. Tan sólo aquel extraño sabor metálico en su boca le hacia presagiar que algo no iba del todo bien. Se incorporó lentamente y se dirigió a la cocina a por un vaso de agua. Ni tan siquiera el agua conseguía sacar de sus boca aquel repugnante sabor.

Subió las escaleras dispuesta a cambiarse de ropa para ir a la compra. Era martes y la nevera reclamaba a gritos que le pusieran algo en su interior. Se sacó la sudadera y el pantalón del chándal dejándolos sobre la cama y sacó del armario unos tejanos y un jersey de cuello cisne cuando vio aquel papel doblado asomándose por el extremo del bolsillo derecho de su pantalón de chándal. Con curiosidad, ya que no recordaba haber puesto nada en su pantalón, la sacó, la abrió y la leyó. Era de su propio puño y letra aunque, a juzgar por la caligrafía, había estado escrita en un estado de clara agitación.

“Hola Amanda. El cuerpo que utilizas era mío, pero algo que no es de este mundo, me lo robó. Sé que tú no eres consciente; tampoco lo era tu marido, Jesús, hasta que te contagió esta mañana, pero tienes que hacer algo si no quieres que esto termine también con tus hijos y con toda la humanidad. Supongo que ahora debes tener un extraño sabor metálico en tu boca y en breve sentirás un malestar en la zona abdominal. Eso es debido a que los parásitos que ahora albergas desprenden residuos de hierro al contacto con el agua que es, por otra parte, lo que les ayuda a crecer. Te preguntarás cómo se tantas cosas sobre ellos. Pues bien, aunque seguramente no lo recuerdes (ellos se habrán encargado de borrar esos recuerdos) tu trabajas para una organización gubernamental llamada ODH (Organización para la Defensa de la Humanidad). La ODH es un organización de carácter secreto y militar cuya finalidad es la de defender a la raza humana de amenazas fuera de lo común. Amenazas como la presente. Mi tiempo se agota y sé que en breve sólo recordaré lo que ellos quieran que recuerde por tanto, necesito que tú me ayudes mientras puedas. Cuando digo mientras puedas, lo digo porque tu estado actual es por tiempo limitado. Cuando los parásitos que portas hayan extraído cerca del 60% de los líquidos existentes en tu ser, se inocularán en otro ser vivo vía oral y tu morirás de una extraña y virulenta cepa de gripe hasta ahora desconocida, en el plazo de una semana. Desgraciadamente, esto es lo que le ocurrirá en breve a Jesús.

Si quieres que todo esto se detenga y sobre todo, si quieres salvar a tus hijos y salvarte tú, debes contactar con Richard Steam. El posee toda la información existente sobre estos parásitos y es el máximo responsable del proyecto ODH. Contacta con él y dale esta nota. El sabrá que hacer. Tienes una cita con el esta tarde a las 17:00 en el Oren´s Daily Roast, que está en Lexington con la 79.

Un consejo: trata de beber lo menos posible, eso alargará el proceso. Mucha suerte.

PD: Nota para Richard: Richard, el modo de transmisión es completamente oral. Necesitan un orificio grande para poder llegar hasta el estómago. Por lo que he podido experimentar durante el proceso de conversión no descienden al estómago hasta pasadas al menos un par de horas. Desconozco el motivo, pero durante este periodo anidan en la garganta. Este sería el momento en que se los podrían extraer sin riesgo vital para el portador. Un vez dentro, tal y como sospechábamos, obligan al portador a beber continuamente. ¿Existirá algún liquido inocuo para el ser humano que les pueda provocar la muerte?

Hay que avisar a la población que evite dar besos y se debería recomendar el uso de mascarillas.”

Amanda se quedó durante unos instante sentada en la cama sin tan siquiera pestañear. Aquello era absurdo. Por unos segundos creyó ser la protagonista de La invasión de los ultracuerpos. Sin embargo, aquel extraño sabor en su boca, la exagerada sensación de sed y el incipiente mal estar de su estómago le hacían sospechar que algo no iba del todo bien. Mientras comenzaba a vestirse, Amanda reflexionó sobre la situación. Siempre podía acercarse a aquella cita y valorar después toda la información, pensó. Al fin y al cabo, no tenía nada que perder.

Bajó las escaleras y nuevamente se acercó a la cocina a por un vaso de agua; tenía tanta sed. Llenó un vaso de agua bien fría y cuando estaba apunto de beber recordó las palabras de aquel extraño papel “Un consejo: trata de beber lo menos posible, eso alargará el proceso.” Miró con tristeza aquel apetecible vaso y lo dejó sobre el mármol.

Eran casi las seis y Amanda observaba atentamente el ir y venir de gente en aquella cafetería. ¿Quién sería Richard Steam? En la nota no decía nada sobre su aspecto. Esperaba que fuese el quien la reconociese. Entró tratando de averiguar quien sería él. ¿Quizás aquel apuesto joven del fondo ataviado con gabardina oscura?, ¿El hombre de mediana edad que untaba la tostada con mantequilla? De pronto, alguien la agarró del hombro.
-Hola Amanda. ¿Cómo sigue Jesús? Preguntó una voz ronca.

Amanda se giró y descubrió a un atractivo hombre castaño de unos cuarenta y pocos años. Por la forma en que Amanda le miró Richard supo que algo no iba bien.

-¿Amanda?...¡Tú no por Dios!

Tras unos segundos de bloqueo, Amanda se dirigió a Richard.

-Si le he de ser sincera, su cara no me suena de nada y, lo primero que me pasa por la cabeza es salir de aquí zumbando pero,... desde esta mañana algo no va bien y no se que hacer.

Richard miró atentamente a Amanda como tratando de hallar en ella un atisbo de aquella mujer que el conoció.

-La Amanda que usted conoce me dejo esta nota. Creo que le interesará. Dijo Amanda dándole el papel doblado.

Richard tomó aquel papel entre sus manos y empezó a leerlo atentamente. Cuando hubo terminado miró a Amanda con una cierta tristeza.

-¿Sabes que es lo peor de todo esto?
-No
-Que ni tan siquiera te acuerdes de mí. Contestó Richard bajando la mirada.

A juzgar por el tono de aquella frase, Amanda y Richard debían compartir algo más que trabajo y una bonita amistad.
-¿Y ahora qué? Preguntó Amanda.
-Pues como tu misma dices en tu nota, habrá que buscar un líquido inocuo para la salud humana, pero mortal para ellos. Tendré que hacerte una pruebas.
-¿Pruebas?
-Bueno, la Amanda que yo conocí lo hubiese tenido muy claro. En estos momentos eres lo más parecido a una cobaya. Seguramente que esta sea la única probabilidad que tengamos de experimentar.
-¿No estarás hablando en serio?
-Si lo prefieres podemos esperar a que Jesús muera y a que tú contagies a tus hijos. ¿mejor así?
Amanda rompió a llorar desconsoladamente. Lo cierto es que aún no había tenido tiempo de hacerse a la idea de lo que estaba ocurriendo y menos aún, de que Jesús fuese a morir.

-Lo siento...nunca debí decir eso. Exclamó Richard estrechándola entre sus brazos.
La tarde iba a ser muy larga y viendo la posibilidad de que aquello se prolongase aún más, Amada llamó a Jesús. Jesús estaba convencido de que Amanda trabajaba para una empresa de organización de actos, por esa razón nunca sospechó de sus extraños horarios.
-Creo que estoy incubando una gripe o algo así. Llevo desde esta mañana sintiéndome francamente mal. Comentó Jesús.
-No te preocupes. Llamo a mamá y le pido que cuide a los peques. Tu descansa amor.

Richard miró a Amanda con extrañeza.

-Vigila ese cambio de actitud. Jesús se va a dar cuenta. Apuntó mirándola cabizbajo.
-¿Perdón?
-Verás Amanda, hace años que no le llamas amor.
-Dime una cosa ¿Qué hubo entre tú y yo? Preguntó Amanda no sin miedo a su respuesta.
-No imaginas como duele oírte hablar en pasado de nosotros.
-¿Vas a contarme lo que pasó?
-No hay mucho que contar. Tu llevabas tiempo en un matrimonio que no funcionaba y yo llevaba tiempo solo. Supongo que el roce hizo el resto.
-¿Me quieres?

Richard bajó nuevamente la mirada y una lágrima involuntaria rodó por su mejilla.

-Tenemos mucho que hacer. Contestó él tratando de recuperar la cordura.

Llegaron a la central de ODH y para sorpresa de Amanda, todo el mundo la conocía. Aquello no hizo más que reafirmar el contenido de la nota. Pasaron toda la tarde en el laboratorio tratando de averiguar qué pautas de comportamiento de aquellos parásitos podían darles alguna pista sobre los posibles líquidos a probar.

-Hay algo que no deja de darme vueltas por la cabeza. Comentó Amanda.
-¿Qué?
-Si crecen con el agua y necesitan de ella, ¿por qué escogen un cuerpo y no van directos a un lago o algo similar?
-Buena pregunta. ¿Quizás necesitan agua pero el exceso les mata?
-Es posible que, al igual que nosotros, puedan morir ahogados.
-Ya pero eso no nos sirve. Para matarlos así deberíamos ahogar al portador.
-Correcto...

De pronto, Richard dijo algo que aunque a priori parecía una locura, quizás podía funcionar.

-¿Los parásitos se hospedan en el estómago no?
-Efectivamente.
-¿Y si conseguimos inundar el estómago del portador sin afectar al resto de organismos?
-Puedes provocar una intoxicación por agua. Me consta que esta puede darse cuando se altera el balance normal de electrolitos en el cuerpo a causa de una rápida ingesta del líquido. Las consecuencias suelen ser hinchazón cerebral, derrames, coma y por último la muerte.
-Ya veo.

Esa era la diferencia entre ambos. Mientras Richard era un gran experto en tecnología, informática y técnicas de espionaje, Amanda era la bióloga del grupo.

Cansados tras varias horas de trabajo, Richard sacó la petaca del cajón.

-Necesito un trago. No te ofrezco por me consta que odias estos brebajes aunque, en momentos, así son de gran ayuda.

Amanda miró fijamente a Richard como si algo de lo que había dicho hubiese causado en ella una gran conmoción.

-¿Qué ocurre?
-¿Qué tenemos en común los afectados?
-Pues aparentemente nada.
-Piensa...al menos aquellos que conocemos poseen una característica que los relaciona.
-¿Cuál?
-Ninguno bebe alcohol.
-¿Cómo?
-Jesús y yo somos abstemios y de los ocho casos restantes que hemos estudiado, tengo casi la absoluta certeza de que ninguno bebía alcohol.
-Ahora que lo dices...puede que tengas razón. Nunca vi a ninguno de ellos beber nada salvo agua.
-¡Pásame la petaca!
-Espera. En el supuesto que no soporten el alcohol no sabemos como pueden reaccionar.
-Cierto pero...tampoco tenemos otra alternativa y el tiempo apremia. Dijo tomando la petaca de las manos de Richard.

Justo cuando Amanda iba a llevarse la petaca a la boca Richard sostuvo por un segundo su mano.

-Te adoro, ¿Y tú?. Dijo mirándola fijamente.
-¿Cómo?
-Tan sólo contestaba a la pregunta que me hiciste antes.
-Permíteme que te conteste después de dar unos sorbos.
-Por supuesto.

Amanda vació por completo la petaca dentro de su boca.

-Matarlos, no sé si los mataremos pero al menos sabrán lo que es una borrachera. Dijo Amanda tratando de sacar hierro a la situación.

Tras un par de minutos Amanda empezó a sentirse mal.

-¡Es como si tratase de agujerarme el estómago! ¡Dios, no puedo más!

Richard trató de pensar a todo prisa.

-¿Y si os anestesio a todos? Están tratando de huir y por eso te atacan pero ¿y si están dormidos...?
-Puede que funcione.
Sin dudarlo, Richard tomó del armario una carga de anestésico y lo introdujo en el respirador. Luego colocó la mascarilla sobre el rostro de Amanda. Amanda empezó a perder la conciencia. Entonces, Richard pudo observar como algo se movía en su interior tratando de ascender en dirección a la tráquea. ¿Acaso trataban de huir? Quizás el dolor que había sentido Amanda en las paredes de su estómago no era un ataque, sino una huída. Richard inclinó la cabeza de Amanda ligeramente hacia atrás y le abrió la boca. Si querían huir, nadie iba a impedírselo. Tras unos segundos algo negro y viscoso asomó por la boca de Amanda. Por la forma de moverse parecía que la anestesia estaba haciéndole efecto. ¿Cuántos de aquellos seres debían haber? En los casos que habían tratado el número podía ser muy variable. ¿Cuatro, ocho, diez...? Esperó pacientemente a que aquel ser saliera y una vez fuera, no sin tomar precauciones, lo capturó. Tras de él, otros cinco parásitos fueron saliendo lentamente.

Amanda volvió en sí. Dolorida y con su garganta completamente irritada se incorporó. Pese a los posibles daños internos, parecía estar bien.

-¿Me quieres? Preguntó Richard tratando de comprobar si realmente había conseguido desalojar a todos los parásitos.
-¿Lo dudas? Contestó Amanda acercándose de forma cariñosa hasta él.

Richard la estrechó entre sus brazos y la besó con todas sus fuerzas. En ese instante, algo se precipitó desde el interior de Amanda hasta la boca de Richard.

-¿Creías que podrías acabar con nosotros con tanta facilidad? Dijo Amanda con un tono extraño y una mirada fría como el hielo.
-¡Dios mío Amanda!
-Amanda no....Amanda ya se fue...

15 de Febrero 2010

En una gasolinera abandonada un viejo transistor permanece enchufado. Tan sólo se oye el hilo musical previamente programado. De pronto la música se interrumpe y una reportera nerviosa y asustada da la siguiente noticia:

“La raza humana se encuentra al borde del colapso. Fuentes de la Casa Blanca comunican que, pasado un mes tras haberse decretado el estado de excepción, no han sido capaces de hallar la forma de contener esta invasión alienígena.  ¡Que Dios se apiade de nuestras almas!”

2 comentarios:

Mado Martínez dijo...

Me he sentido como disfrutando de un episodio de la serie The Outer Limits!

Laura Falcó Lara dijo...

Ahora que lo dices es cierto...tiene ese tono ;-)

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