17 may 2011 | By: Laura Falcó Lara

Mujeres



Hoy, como un lunes más, me levanto de la cama sin apenas abrir los ojos mientras Juan prepara el desayuno. Me sorprende que exista vida inteligente a estas horas, pienso. Sus biorritmos no fluyen al compás de los míos, a estas horas los míos están averiados. Mientras tomo el café Juan comenta el día que le espera y yo, sonámbula, trato de hacer ver que le escucho, aunque nada más lejos de la realidad. Me pregunto cómo puede tener esa energía de buena mañana. Entonces recuerdo el tópico sobre el sexo, que afirma que los hombres rinden mejor recién levantados. Definitivamente no tengo ninguna duda sobre mi sexualidad, me declaro mujer a mucha honra, recién levantada no sirvo para nada. ¿O es que quizás ellos están despiertos porque todas sus neuronas habitan en el único miembro que está activo a esas horas?
 
Acabo el café y me arrastro hasta el baño; sé que Juan me teme. Tras la ducha empieza la sesión de belleza. No soy nadie sin mi secador, de hecho me cuesta trabajo imaginarme como era la vida cuando no existían. Ellos no tienen problema, pasan un peine por los cuatro pelos que aún les quedan y listos. Y luego se quejan de que tienen que afeitarse. ¡Si todo fuese afeitarse! Lo nuestro sí que tiene delito. Que si el pelo, que si el maquillaje, que si la depilación, que si la manicura…seguro que todo eso lo inventó un hombre para jodernos la vida.

El tiempo corre y no consigo que el flequillo coja la forma adecuada. Se encrespa, me queda aplastado, no hace la onda como yo la quiero…empiezo a ponerme atacada. Mientras tanto, Juan que ya ha acabado de la ducha, empieza a dar vueltas por la habitación como un tigre en busca de su presa. Verle dar vueltas me enerva.

-¿Te queda mucho? Pregunta con un cierto retintín.

Trato de obviar esa pregunta por no contestarle mal y empiezo con el maquillaje. Al principio todo va bien pero, de pronto, me doy cuenta que llevo la raya del ojo derecho más alta que la del izquierdo. Es una catástrofe. Tomo un algodón y lo mojo en desmaquillante y trató de borrar únicamente el trocito que está mal y hacer la raya de nuevo. Necesito tranquilidad.

-Pero…y ahora ¿porqué te desmaquillas? Pregunta Juan con nerviosismo.
-¡Ya acabo! Le contesto conteniendo el tono y tratando de no perder el pulso.
-¡Ya vamos tarde!

Parece que finalmente he conseguido que todo quede más o menos en su sitio; aunque hay cosas que con la edad ya no quedan de ninguna manera. ¿Porqué será que un hombre canoso y con arrugas es interesante y una mujer en la misma situación se hace vieja? Salgo del baño, tan sólo queda vestirme. Me siento en la cama y me visto lo más rápido posible. Luego, busco los pendientes en el joyero.

-¿Y ahora qué? Pregunta Juan desesperado.
-Es un segundo. ¿No pretenderás que vaya sin pendientes? Exclamo tratando de ir lo más rápido posible.

Juan esboza un gesto que denota burla. Me pongo el abrigo y ya estoy lista para salir. Sin embargo, hay un elemento con el nunca contamos y que siempre nos rompe los esquemas y nos fastidia el día; las carreras de las medias.

-Llevas una carrera en la pierna derecha. Me dice Juan suspirando.

Histérica, fuera de mis casillas, me saco las medias arrancándolas con fuerza y exclamo:

-¿Sabes qué?
-¿Qué? Contesta el viendo en mis ojos un atisbo de locura.
-¡Que mañana me opero de cambio de sexo!, ¡A la mierda con ser mujer!, ¡Para ti todo!, ¡Quiero tener rabo!

Juan me mira desconcertado, asustado. Se retira sin mediar palabra hacia el salón. Sabe que en ese instante soy sumamente inestable, como una bomba de relojería, que todo lo que diga puede ser utilizado en su contra.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta Laura!!!. Muy divertido...

Manuel

Emilio José Pazos Brenlla dijo...

Ja, ja, ja. Como la vida misma. Hoy hay hombres que tardan más que las mujeres en el baño y se ponen histéricos por ir perfectos, punta en blanco. Pero además me has hecho descubrir que las mujeres también tienen ganas de practicidad. Dí que sí, que el look es una tortura. Enhorabuena por el post, me he reido mucho. Un saludo.

Laura Falcó Lara dijo...

Gracias Emilio. Me alegro que te haya gustado. Un abrazo,
Laura

Anónimo dijo...

Jue,jue,jue.. Yo también le preparo el café con leche a mi compañera de toda la vida. Con sigilo cierro la puerta de la alcoba para no despertarla, la alsaciana que ha estado vigilante toda la noche me mira interrogante, le abro la puerta para que salga al jardín, pero ojo, que luego entra de nuevo en la cocina y me pide su parte de pastas de desayuno. Si mi compañera sigue durmiendo me llevo la perra al bosque y damos una vuelta. Al regresar, mi compañera ya ha sacado el café con leche del micro. Charlamos, siempre charlamos, siempre tenemos que decirnos cosas, hacer comentarios. Laura, mi compañera tiene el lavabo grande, yo con el aseo me conformo y no utilizo ni el peine, no me hace falta, jue,jue,jue. Como somos escritores, sólo hemos usado el despertador cuando salimos de viaje, jue,jue,jue…
Ahora en serio, Laura, me gusta que hayas demostrado que no hace falta encasillarse en un género determinado. Muy bien por tus “MUJERES”.
Ralph

Peter Mathius dijo...

Requetebueno, y pura realidad, ja,ja,ja en eso se destaca la diferéncia entre mujeres y hombres, genial y desternillante, ja,ja,ja,ja :)

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