18 jun 2010 | By: Laura Falcó Lara

Si pudieras cambiar el pasado

Hacia un año desde que aquel terrible día, el día en que Óscar murió. Ahora tocaba recordarle en una misa que ella y el resto de sus familiares habían organizado.


Cuando la llamaron para darle la noticia, Alba pensó que se trataba de una broma. Se suponía que a aquella hora el estaba en su oficina y no en la nacional tres pero, la llamada de un cliente, le hizo salir y coger el coche. Óscar había fallecido en un accidente de tráfico. Un camionero se durmió al volante e invadió la calzada contraria, embistiéndole. Pese a todo el cariño que sus amigos y familiares le estaban prestando, Alba no conseguía estar bien. Sumida en una depresión constante, se levantaba cada mañana llorando y pensando en él.

Era un hombre extraño, de apariencia casi harapienta y de aspecto inquietante. Se acercó lentamente hasta Alba como si fuera a darle el pésame y tomándole la mano le preguntó:

-¿Si pudiera, cambiaría el pasado?
-El pasado...¿Usted que cree?, ¡Por supuesto que sí! Contestó Alba sobresaltada por la presencia de aquel extraño en la misa.

De pronto, desapareció. Alba recorrió con su mirada toda la iglesia, el hombre con el que hacía un instante hablaba, se había volatilizado. Frente a ella, el resto de amigos y familiares esperaban para hablar con ella, para tratar de animarla. Al final, como siempre, Alba regresó a casa sola y, llorando, se durmió como tantas otras noches, abrazada a una foto de él.

Sonó el despertador pero se sentía tan cansada, tan abatida que trató de ignorarlo durante unos minutos. De pronto, oyó una voz que desde el baño le decía:

-¿Piensas quedarte ahí todo el día, o vas a ir a currar?

Alba se incorporó de un brinco y se acercó rápidamente a la puerta del baño. Ahí, afeitándose como solía hacer cada mañana estaba él.

-Pero...

Sin ser capaz de articular ninguna otra palabra Alba cayó desplomada al suelo.

Le dolía la cabeza y se sentía algo mareada. Abrió los ojos temiendo que su espejismo siguiese allí; y así era.

-Cariño, ¿Cómo te encuentras? Dijo Óscar sentado al lado de la cama donde ella estaba postrada.
-Pero tu, ¡tu estás muerto!
-¿Cómo?, Creo que deberíamos avisar al médico. Quizás al golpearte la cabeza...

Alba trató de ser prudente y recordó la pregunta que aquel hombre extraño le hizo en la iglesia: “-¿Si pudieras, cambiarias el pasado?”. ¿Y si aquello era una segunda oportunidad?, pensó para sus adentros.

-¿A que fecha estamos? Preguntó tratando de entender mejor la situación.
-A martes.
-Sí pero...¿qué fecha, qué año?
-¿Cómo?
-Lo que oyes.
-Pues a martes 10 de julio de 2009. Contestó Óscar preocupado por las extrañas preguntas y reacciones de Alba.

Quedaban cinco días para que Óscar cogiese su coche y se matase, pero ahora, ella lo podría evitar. Por primera vez en todo un año, Alba volvía a sonreír. Ya no recordaba lo que era sentirse feliz y despertar cada mañana al lado del hombre que amas. Mientras, los días fueron pasando y Alba fue planeando lo que iba a hacer.

Aquella mañana, sabía perfectamente cuál era su misión, no dejaría que Óscar saliese de casa. Ataviada con su lencería más sexy, Alba convenció a Óscar de que aquella mañana no fuera a trabajar. Iban a pasar un día a solas, un día romántico. Cuándo creía tener todo bajo control, el teléfono móvil de Óscar sonó. Esa debió ser la famosa llamada, la llamada que le hizo salir de la oficina, pensó. Viendo que Óscar estaba en la otra punta de la casa y no había oído el teléfono, Alba lo cogió dispuesta a dar una excusa para evitar que su marido se tuviese que ir. Sin embargo, al descolgarlo, antes de que le diese tiempo a decir nada, oyó una voz femenina que con tono seductor le decía:

-Te estoy esperando desnuda...¿Cuándo piensas venir?

Alba colgó el teléfono de golpe. Sin quererlo, acababa de descubrir a dónde iba Óscar el día en que se mató. Óscar le era infiel. Nerviosa, completamente hundida y sin saber exactamente qué hacer, Alba golpeaba con sus uñas la mesita de noche. Ella jamás le hubiese engañado, ella le quería con toda su alma. ¿Cómo había sido capaz...? Se sentía traicionada, engañada. Recordó minuto a minuto todo el dolor que durante un año había sentido por él. Era tan injusto.

Entonces el teléfono sonó otra vez y Alba oyó los pasos de Óscar acercándose al dormitorio. Sin dudarlo, tomó el móvil y con la dulzura que la caracterizaba, se lo dio a su marido diciéndole:

-Espero que no sea uno de tus clientes y te tengas que ir.


Otra vez allí, en aquel estrecho y claustrofóbico velatorio, aguantando estoicamente los pésames de gente que ni tan siquiera conocía. Otra vez tendría que enterrar a Óscar y pasar por un sin fin de papeleos y trámites, pero esta vez era distinto, esta vez Alba se sentía especialmente bien.

3 comentarios:

Concha Huerta dijo...

Que historia tan impactante que describe la subjetividad de sentimientos tan profundos como la pena y el duelo. Si pudieramos ser conscientes nos aliviaria mucho el peso en momentos dificiles. Bravo por Alba.
Un saludo

Thalitez dijo...

Es una buena historia. Por lo menos aquí las cosas acabaron bien, más o menos. Las historias que he leído acerca de que cambian lo que ya pasó suelen terminar en que todo quedó peor de como estaba.

Bueno, ¡adiós!

Jesús dijo...

Un texto bastante correcto e intenso, aunque suelo detestar los dialógos en los relatos. Me parecen incómodos. Deberías ser editora, ¿te lo ha dicho alguna vez alguien? Sólo hace falta que te apellides Lara y todos contentos.

Un saludo, te invito a conocer mi blog de una temática absolutamente distinta a la tuya, a mí me gusta encabronar y a ti sugerir.

http://elbulevardelosimpropios.blogspot.com/

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