31 ago 2010 | By: Laura Falcó Lara

Vampiros Anónimos 2



Hacía tres meses desde que Ana abandonó al grupo. Sin embargo, Frank, el psicólogo a cargo de la terapia, sabía que tarde o temprano volvería, y así fue. Una de aquella tardes la vieron entrar de nuevo completamente abatida.

-¡Ana! Menuda sorpresa. Exclamó Frank al verla entrar en la sala.
-Hola. Dijo ella cabizbaja y sin hacer demasiados aspavientos.
-¿Cómo que has vuelto? Preguntó uno de sus antiguos compañeros.
-Bien, las cosas no salieron como yo esperaba.
-¿Y eso? Preguntó Frank.
-¿Os acordáis de mi novio, el hemofílico?

Todos asintieron con la cabeza.

-Pues sin casi darme cuenta, una noche que íbamos con alguna copa de más, le mordí con tantas ganas que lo dejé más seco que la mojama.
-Lo siento mucho Ana. Apuntó el psicólogo.
-Aún y así creí que podría seguir sola. Llevaba ya dos meses sin problemas pero claro, fue quedarme sin suministro y todo volvió a empezar. Fue horrible.
-Espero que no hicieras ninguna barbaridad.
-Bueno...¿qué entiende usted por barbaridad?
-A ver cuéntame lo que hiciste. Dijo Frank temiéndose la respuesta
-Bien, pues estaba tan desesperada que traté de suicidarme.
-¿Cómo?
-El tema es que a mi lo de quemarme al sol y quedarme rustida como un pollo al ast, como que no me parecía romántico y lo de clavarme una estaca me parecía muy primitivo y salvaje. No sé, puestos a suicidarse, al menos hay que hacerlo con un cierto glamour. Así que probé otros métodos.
-¿Otros métodos? Preguntaron casi a coro todos los presentes.
-Primero probé con pastillas. Lo de quedarse dormida me parecía más sutil, más elegante. Así que, llené la cama de pétalos de rosas, me puse un bonito camisón de gasa, perfumé la habitación y fui ingiriendo las pastillas sin prisa. Pero, para mi sorpresa, más allá de una terrible úlcera y de estar varios días perdiendo la poca vitalidad que me quedaba por la taza del váter, no conseguí los resultados deseados. Decidí que aquel método no me servía.

Frank se llevó las manos a la cabeza aturdido por aquella narración

-Luego probé cortarme las venas. Me recordaba a las películas románticas que tanto me gustan. Llené la bañera de agua calentita, me rodeé de velas, llené la bañera de espuma y, de fondo, puse música melódica. La verdad es que me habría quedado tan bonito. ¡Pero nada! Ensucié todo el baño, me hice dos cicatrices feísimas y encima, al perder sangre, me quedé aún con más hambre.

Frank y el resto de asistentes no daban crédito a sus oídos. De hecho, se oyó alguna que otra risa al fondo de la sala.

-Al cabo de dos días lo volví a intentar pero esta vez, me subí a una azotea con la intención de tirarme. Miré al infinito, tomé la posición de mi mejor salto, como si fuera la piscina, y me lancé al vacío.
-¿Y? Preguntó Frank esperando otra explicación fuera de toda lógica.
-Que aplasté a un pobre chihuahua que paseaba tranquilamente al lado de su dueña y encima me rompí dos costillas y el peroné. Tuve que indemnizar a la señora y estar varios días con el pie escayolado y el tórax vendado. Fue deprimente.
-¡Dios santo! Exclamó Frank.
-También probé de ahogarme tirándome al río. Pero, por mucho que intenté tragar agua y hundirme, tan sólo conseguí resfriarme y que me multaran por nadar en aguas prohibidas.
-¡Vaya! Exclamó otro de los presentes.
-También traté de que me atropellaran.
-¿Atropellaran? Repitió el psicólogo lleno de sorpresa.
-Sí. Esperé a que se acercara un trailer por la carretera y me lancé justo en frente.
-¡Uuufff! Exclamaron algunos de los presentes.
-Bueno, lo cierto es que fuera del impacto, apenas recuerdo nada. Una vez en el hospital nadie podía creer que aún estuviera viva. De hecho, el párroco local estaba por avisar al Vaticano, afirmando que había ocurrido un milagro. Menos mal que conseguí convencerlo de lo contrario.
-¡Que insensatez! Exclamó Frank fuera de sí.
-¡Ah me olvidaba de mi intento de electrocución!
-¿Cómo dices?
- Siempre había oído hablar de lo de tirar el secador enchufado dentro de la bañera y además, así podía aprovechar las velas de la otra vez. Pero tampoco eso funcionó. Ese fue el motivo de mi nuevo peinado a lo afro.
-Pero vamos a ver Ana. ¿Es que no sabes que un vampiro tan sólo puede morir con el sol, o con una estaca en el corazón?
-¿Dónde pone eso? Exclamó Ana enfurecida.
-Bueno...ponerlo...no lo pone en ningún sitio, pero...esto, esto es así.
-¡No, si encima de que ya no podemos morder a la gente, ahora por no poder, no podemos ni ser creativos! Exclamó Ana indignada.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajaja, muy buena. Me sorprendes cada día más, no me imagino tu próxima historia ;)

aNNe dijo...

hoLa, llegué hasta tu blog de casulidad y me rei un rato jejej,te voy a seguir muy impaciente a que cuentes mas relatos !! :P

Un salud de una loka

http://diariosdeunaloka.blogspot.com/

aNNe dijo...

¡genial! te seguiré,no se si mi anterior comentario salio bien asi que por eso ante la duda aunque mas escueta te felicito ,pase un buen rato.

http://diariosdeunaloka.blogspot.com/

hln dijo...

Hola Laura soy Belen, muy buena la historia valio la pena esperar una segunda parte de vampiros anonimos...y hasta tal vez una tercera.
Me parece que Ana puede seguir teniendo mas aventuras.
Un abrazo y mucho exito en tus siguientes proyectos.

Anónimo dijo...

la verdad es genial espero que sigas contando historias
visitare seguido el bloog
¨_*

Mar dijo...

Ja,ja,ja....Laura, lo del chihuahua, es para partirse de risa... ¡¡Buenísimo!!
Me gusta tu gran sentido del humor.
Perdona que te escriba ahora, pero he descubierto tu blog por casualidad y me estoy poniendo al día. ¡¡Es una pasada!! ¡Me encanta!!
Un saludo.

Laura Falcó Lara dijo...

Gracias Mar, me alegro que te guste

sayuri dijo...

jeje super chistoso y creativo tu relato me gusto mucho :)

Walkyrjë dijo...

Ahjajajaja que divertida Ana ahjajajaja me gusto por fin un relato de vampiros que no se lo toma realmente en serio con la depresión y la oscuridad :P me gustó mucho, seguiré leyendo en tu blog, btw te envié un correo a tu hotmail preguntándote algo, saludos!

Laura Falcó Lara dijo...

Gracias por los comentarios

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