9 abr 2010 | By: Laura Falcó Lara

Secretos




Todos sin excepción guardamos algún que otro secreto. Secretos sin importancia, pequeños secretos de alcoba, intimidades o a veces, terribles secretos inconfesables. En mayor o en menor medida, todos tenemos cosas de las que nos avergonzamos, cosas que preferiríamos no haber hecho o pensado, o cosas que tratamos de olvidar. Esta historia va de eso, de esas pequeñas cosas que tu y yo sabemos, pero que nunca dejaríamos que supiesen los demás.


Aquella mañana Jack se levantó con una terrible migraña. Hacía mucho tiempo que aquella vieja amiga de adolescencia no venía a hacerle una visita. Atontado por el dolor, bajó la persiana y ajustó la puerta de la habitación mientras Cristina se iba a trabajar.

-Trata de no dar un portazo al salir. Dijo a su mujer apoyando la cabeza entre sus manos.

Luego, puso un Nolotil entre sus labios y bebió un sorbo de agua del vaso que tenía sobre su mesita de noche. Lo mejor que podía hacer era tratar de dormir.

Tres horas más tarde abrió los ojos. Aquel terrible dolor de cabeza parecía haber pasado, pero un extraño zumbido retumbaba en su cabeza. Era como tener un enjambre de abejas zumbando dentro de sus oídos. Extrañado, trató de bostezar, como se suele hacer al bajar de un avión, intentando recuperar la normalidad. Sin embargo, pese a sus múltiples intentos, no consiguió nada. Pasaron las horas y aquellos extraños ruidos fueron tomando forma y convirtiéndose en algo distinto, algo muy diferente. Definitivamente lo que estaba oyendo eran murmullos, susurros, voces de origen desconocido que, para su desespero, taladraban sus sesos sin parar. Preocupado por aquella molesta anomalía, Jack decidió hacer una visita al servicio medico de urgencias.

-Hemos hecho todas las pruebas posibles y no se ve nada raro. Dijo el medico tratando de tranquilizar a Jack. Trate de descansar y probablemente los ruidos acaben por desaparecer. Es posible que no sean más que una secuela de la migraña. Apuntó el joven doctor.

A la vez que aquel hombre pronunciaba aquellas palabras, otra voz idéntica dijo en paralelo:

-A ver si se va ya este plasta. Con la de curro que tengo y aquí aguantando a un pirado que oye voces. ¡Que se vaya a un loquero!

Jack estaba desconcertado, atónito ante algo que no tenía explicación alguna. ¿Qué le estaba pasando? Angustiado optó por repetir aquellas palabras al medico y comprobar si para él tenían algún sentido.

-¿Qué?, ¿Cómo dice...? Exclamó el doctor sonrojado y con el rostro desencajado.

Pero a la vez Jack oyó otra voz que decía:

-¡Mierda! Este botarate no esta loco sino que oye mis pensamientos.

Sin dudarlo, Jack se incorporó y tras decirle cuatro frescas al doctor, se fue indignado a su casa.

-Telepatía: dícese de la capacidad que poseen algunas personas de oír y descifrar los pensamientos de los demás. Leyó Jack en voz alta de entre las páginas de uno de los tomos de la enciclopedia del salón.

Tumbado en el sofá no paraba de oír los pensamientos de sus vecinos. ¿Y a él que coño le importaba lo que su vecina iba a hacer para cenar? Mientras esperaba que Cristina regresase a casa, Jack empezó a pensar en las posibilidades que le ofrecía aquel descubrimiento. La parte negativa ya la conocía, ahora trató de buscarle algún provecho. Aquella era la situación ideal para saber por fin que pensaba de él su jefe y sus compañeros, o bien para averiguar que jugada de cartas tenían sus amigos, o para saber si gustaba a las mujeres... Jack se sintió entonces muy afortunado.

-¿Amor? Ya estoy en casa. Oyó al fondo del pasillo.

Cristina ya había vuelto del trabajo y Jack, tras meditar el tema unos segundos, decidió que era mejor que aún no supiese nada de su pequeño secreto. Podía ser divertido saber lo que su mujercita pensaba y sentía por él, pensó. Ya habría tiempo luego para todo tipo de confesiones. Jack salió al encuentro de Cristina.

-¿Qué tal estás?, ¿Te pasó el dolor de cabeza?
-Sí, claro. Ya estoy mucho mejor. Contestó Jack atento a cualquier otra comunicación inesperada.

Durante la cena Jack se divirtió escuchando todo tipo de pensamientos e ideas que cruzaban la mente de su mujer. Que si habrá que ir a hacer la compra porque ya faltan filetes y pescado, que si ya no aguanto más al pesado de mi jefe, que si vaya rollo de debate me a puesto este en la tele... Mientras tanto, Jack disfrutaba de lo lindo de su posición privilegiada.

Tras acabar la serie de cada martes, Cristina apagó el televisor y ambos se fueron a la cama. Entonces, una vez acostados y como tantos otros días, Jack cogió a su mujer por la espalda buscando algo más que un simple beso de buenas noches. Fue en ese instante en que las cosas empezaron a torcerse y Jack empezó a oír cosas que nunca debería haber oído.

-¡Ya estamos otra vez! ¿Es que no se da cuenta que no me apetece?

Jack se detuvo en seco incrédulo ante lo que acababa de oír.

-¿Cómo dices? Preguntó dudando de lo que había escuchado.
-¿Yo? No he dicho nada amor.

Nuevamente, Jack retomó sus caricias en el punto en que las había dejado.

-¡Si al menos fuera bueno en la cama! Ya ni recuerdo cuando fue la última vez que tuve un orgasmo.

Aquello no le podía estar pasando a él, no podía ser cierto. El se había considerado siempre un gran amante. De hecho, jamás había tenido ninguna queja al respecto. Completamente contrariado y con su virilidad en entre dicho, Jack decidió que aquella noche Cristina iba a saber lo que era tener un señor orgasmo. Así que, sin dudarlo se puso manos a la obra.

-¡Pero será bruto! ¿Acaso se ha pensado que mi pecho es una bocina? Dijo Cristina para sus adentros mientras Jack trataba de dar lo mejor de si mismo. Y ahora... ¿Qué puñetas pretende mordiéndome la oreja?

Jack trató por todos los medios de que aquellos comentarios no le afectaran.

-Pero,... ¿es que después de cuarenta años no sabe ni encontrar un agujero? ¡No si al final me hace daño y todo! Pensó Cristina más disgustada que otra cosa.

Entonces, no sin ciertas dificultades, Jack empezó a moverse de forma rítmica e intensa tratando de dar placer a su mujer. Pero, justo en ese preciso instante, Cristina cometió el peor de todos los errores, pensar en otro hombre mientras su marido le hacía el amor.

-¿Pero...? ¡Quién coño es ese tío! ¿Es que te acuestas con otro? Exclamó Jack completamente fuera de si.
-¿Cómo?, ¿De qué me hablas?
-¿Quién ese morenazo de ojos claro?

Cristina se quedó lívida, paralizada. Por primera vez en su vida se sintió como sucia, como si la hubiesen dejado desnuda frente a la multitud. ¿Cómo podía Jack saber aquello? Mientras, la mirada inquisitoria de su marido parecía estarla enjuiciando sin darle lugar a defenderse. La verdad, es que no había nadie más que el en su vida, pero a veces, cuando Jack no conseguía hacerla sentir, Cristina recurría a la imaginación. Cuantas veces aquellas inconfesables pero inocentes imágenes la habían sacado del atolladero. Probablemente hubiese sido mejor no recurrir a aquello y hablar del tema abiertamente con su marido, pero su educación, su sentido del ridículo y la vergüenza no le habrían permitido dar aquel paso. Avergonzada, incapaz de reconocer que le costaba mucho llegar al orgasmo con el coito, como a muchas otras mujeres, y que necesitaba imaginarse a un Adonis inexistente para disfrutar del sexo, Cristina optó por el silencio. Prefería que Jack pensase que había otro hombre antes que perder el último resquicio de intimidad que aún le quedaba. Aquel espacio no debía ser compartido, pensó. Si perdía eso, si perdía esos pequeños secretos que todos tenemos, ¿dónde iba a quedar su libertad? Hundida y con la voz entrecortada, Cristina alzó la mirada y sin titubear dijo:

-Sí, hay otro hombre.

Ya no había vuelta atrás, ya no podría seguir con él.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

ME ENCANTO UNO DE LOS MEJORES RELATOS ME HIZO REFLEXIONAR

Fernando Gili dijo...

Ui que calor...
Siempre suyo
Un completo gilipollas

Anónimo dijo...

Tengo una duda...
hay una pagina q creo es española en q he visto por lo menos dos de tus relatos publicados (Al otro lado del espejo y El santo entierro) bajo el seudónimo "catwoman"...
eres tu misma??

^_^ dijo...

hola! hace una semana que leo las historias....realmente me encantan!!!
a mi tambien me encanta escribir, pero no lo hago tan bien. Me gustaria que pase por mi blog, y lea la historia que publique y me deje algun comentario.

Un saludo. Julieta

Laura Falcó Lara dijo...

Hola Anónimo,

Sí, a veces cuelgo alguno de los de terror allí. Es una web muy importante y funciona bien

Laura Falcó Lara dijo...

Hola Julieta,

Luego trato de pasar y opinar. Gracias por leerme.

Anónimo dijo...

aaa....
pense q tal vez te los estaban robando...
por eso decidi preguntar...

eze dijo...

huy...muy copado los relatoss lau ss muy buena escribiendo relatos y tengo una pregunta algun relato paso en la vida real

Laura Falcó Lara dijo...

Hola eze,
Pues sí algunos o parte de elloos me han pasado. Ejemplo de ello son Destino, Ocho o Ouija entre otros.

Nati dijo...

Hola soy Nati del blog de:"Los Cuentos de Nati".
He pasado por este tu blog y me he quedado impresionada es autentico y muy personal, tiene algo que los otros blog no tienen y ese algo tan especial eres tú!, uff este blog es para verlo despacito y empaparme bien de todo lo que aquí tienes y porsupuesto volveré con más tiempo que hoy.
Me quedo como segidora y te invito a que conozcas mi blog. Si es de tu agrado estaré encantada de tenerte como un amig@ más.
Hasta pronto.
.Te deseo lo mejor para todos los días de tu vida.
Un saludo muy cordial Nati

Laura Falcó Lara dijo...

Muchas gracias Nati, Prometo pasarme por tu blog. Un beso

Peter Mathius dijo...

Inesperado Final.... A veces es "Imposible Interpretar los Pensamientos de las Féminas" y por ello tendemos a "Equivocarnos"... Fenómenal Relato "Láura" , me encantó.-

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