-¿Cómo es posible que existan esqueletos de estas dimensiones? Preguntó María todavía inmersa en sus pensamientos.
-No creo que la ciencia pueda dar una explicación lógica a esto. Contestó Ian mientras seguía observando aquellas criaturas.
-¿Crees que hubo una civilización cuya existencia desconocemos?
-Debió de haberla a juzgar por este cementerio.
-Juraría haber leído algún artículo, ninguno científico desde luego, sobre el mito de los gigantes.
-Existen muchas referencias, incluso bíblicas. Creo recordar que en alguna ocasión en territorio americano se han encontrado huesos de tallas poco habituales, pero nada comparable a esto.
Existían grabados y pinturas donde los egipcios parecían hablar de aquellos seres pero siempre lo habían asociado a Dioses, a seres inexistentes más allá de la teología de la época. Ahora aquellos grabados tomaban otro cariz y posiblemente las explicaciones sobre la construcción de las pirámides también lo harían. El más pequeño de aquellos esqueletos medía cerca de seis metros y debió pesar al menos unos trescientos o cuatrocientos quilos. ¿Quiénes eran aquellos seres?, ¿de dónde provenían? y lo más importante ¿qué acabó con ellos?
-¡Vengan, vengan! Hay algo que deben ver. Exclamó uno de los técnicos que aún se hallaba trabajando con los restos.
-¿Qué ocurre? Preguntó Ian mientras se acercaba al foso.
-Según el sonar aquí abajo hay algo que, a juzgar por las ondas que recibimos, podría estar vivo.
-¿Vivo? Preguntó María.
-Al menos desprende calor y tiene movimiento.
-¿Qué podría estar vivo a más de treinta metros bajo el suelo?
Clif encogió sus hombros en señal de desconocimiento. La tarde prometía ser intensa y el calor sofocante. Empezaron a cavar pero esta vez con especial cuidado, un derrumbamiento podría acabar con sus esperanzas de hallar algo con vida. El tiempo fue pasando y a medida que avanzaban la señal era más clara.
-¿Crees que algunos de estos seres puede permanecer vivos? Preguntó Ian a María mientras esta secaba con el antebrazo el sudor que caía por su frente.
-De ser así, sería el resultado de varias generaciones. Eso implica agua, alimentos, oxígeno…
-Difícil, pero quien sabe.
Tras horas de excavación el firme empezó a ceder. Expectantes Ian y María observaban atentamente la escena.
-¡Aquí debajo hay una especie de gruta! Exclamó el encargado.
-¿Ven algo? Preguntó María
-Está muy oscuro, pero se oye agua. Quizás un manantial subterráneo.
-Eso explicaría que aún hubiese vida. Apuntó Ian
-¿Y la comida?
Sin dudarlo Ian se puso el arnés y tras asegurarse de que la sujeción estaba bien, empezó el descenso. Al principio, el haz de luz de la linterna apenas alcanzaba a iluminar las paredes pero, a medida que fue descendiendo, el suelo de la cueva empezó a cobrar vida. Tal y como había apuntado el técnico una especie de corriente subterránea atravesaba la zona pero allí no parecía haber nadie. Tras algunos minutos posó los pies en tierra firme y sacudió la cuerda dando así la señal para que la subieran y María pudiese descender. Esperó impaciente a su compañera.
-¿Crees que puede haber algo vivo aquí? Preguntó María mientras frotaba sus manos tratando de entrar en calor.
-Demasiado frío y muy oscuro. Contestó Ian de forma escueta.
-¡Algo se mueve dirección a vosotros! Exclamó Clif a través del walky.
Ambos miraron a todos lados inquietos. De pronto, de entre la oscuridad una sombra corpulenta y de más de seis metros se acercó.
-¡الاقتحام ! Exclamó aquel ser en alguna especie de dialecto árabe.
A juzgar por su aspecto, aquel ser era una mujer de mediana edad. María, haciendo un esfuerzo, trató de comunicarse con ella en árabe moderno. Tras una larga conversación, María se dirigió a Ian.
-Su nombre es Nagiun y dice que ya tan sólo quedan diez, o doce de su especie. Dijo todavía consternada por aquel descubrimiento.
-Pero, ¿Qué..?
-El resto fueron muriendo y los que han sobrevivido están muy enfermos.
Tras respirar hondo, María se sentó sobre una roca dispuesta a contar a Ian toda la historia. Según aquella mujer habían habitado sobre la faz de la tierra durante cientos de años pero su relación con la raza humana se fue degenerando y llegó un momento que se vieron obligados a desaparecer. Sus ancestros, estando en clara minoría, decidieron acatar las órdenes de los humanos y habitar el inframundo y para ello buscaron zonas con recursos suficientes para la supervivencia. Se alimentaron de la pesca, ya que los ríos subterráneos albergaban distintos tipos de criaturas, y de insectos y murciélagos. La ausencia de luz y de verduras y frutas hizo que muchos enfermaran, pero consiguieron sobrevivir durante siglos. Debido a la privación de luz, la mayoría se volvieron fotosensibles y prácticamente ciegos. Por eso, cuando más adelante quisieron regresar a la superficie, no pudieron.
Ian se quedó pensativo, algo no encajaba en aquella historia. Era todo demasiado extraño y muchas preguntas estaban todavía sin respuesta. ¿Por qué iba una raza a acatar los deseos de otra de menor estatura y fuerza?, ¿Por qué no trataron de salir a la superficie mucho antes?
-Habría que llevarlos a un hospital. Dijo María sin valorar los riesgos de aquella decisión.
-¿Has pensado que lo que tienen es quizás contagioso?, ¿Te has planteado el efecto de la luz sobre sus ojos, o su cuerpo?, ¿Y las autoridades?
-Pero…están muy enfermos y aquí morirán.
-¿Te crees la historia?
-Bueno, ¿qué necesidad tienen de mentir? Pasase lo que pasase sólo quedan unos pocos. No creo que supongan un riesgo para nadie.
Sabían que aquello no era legal. De hecho, en cuanto algún médico se fuese de la boca, el hospital se llenaría de agentes de la CIA y del FBI. Sin embargo, su curiosidad científica, su interés antropológico eran superiores a su conocimiento de la ley.
-Hay algo extraño en sus mandíbulas. Comentó el médico al cargo del caso.
-¿Extraño?
-Sí, verán, la estructura ósea de la mandíbula humana está pensada para ejercer una presión determinada. Es decir, está pensada para comer cierto tipo de alimentos que hay que masticar pero dentro de unos parámetros de dureza razonables. Si sobrepasáramos esos límites, nuestros dientes se romperían y no conseguiríamos triturar el elemento en cuestión.
-Ya.
-Pues bien, la mandíbula de estos seres es capaz de triturar, sin apenas esfuerzo, materiales de dureza mucho superior. Por otra parte, sus estómagos segregan el doble de ácido que el nuestro. Es como si hubiesen sido diseñados para disolver animales enteros, con huesos y todo.
Ambos se miraron con un cierto temor. ¿Qué clase de criaturas habían desenterrado? ¿Acaso la razón real por la que los humanos los desterraron fue el peligro que entrañaban para la humanidad?
De pronto, una enfermera entró en la sala corriendo y gritando:
-¡Dios mío!, ¡Ayudaaaa!
-¿Qué ocurre? Preguntó el doctor
-¡Se están comiendo a la gente!
-¿Cómo? Preguntó Ian sobresaltado.
Sin dudarlo, todos salieron al pasillo. La escena era dantesca. Decenas de persona yacían en el suelo mutiladas. Entonces, desde el otro extremo del pasillo, con la boca ensangrentada, Nagiun miró fijamente a María y dijo:
- Nos desterraron por acabar con casi todo el ganado pero ahora, ahora es diferente…ahora hemos descubierto otros alimentos más sabrosos… ¿Cómo cree que hemos sobrevivido todos estos siglos?
5 comentarios:
Un relato muy original e inquietante..
Me gustan mucho los relatos basados en enigmas históricos.
wow q impresionante esta esto q chido
esta suabe, me han gustado desde siempre las historias de mitos, leyendas y todo eso que tienen que ver con la fantacia, y cosas que quisas puedas convertirce en una cruda realidad...
Qué Pasada, ideal para Rodar un "Cortometraje tipo GORE", está genial este Relato... Aunque espero que nunca encuentren nuestros Arqueólogos una Raza con estas características "Tan Especiales", porque si no "El Mundo iba a ir LISTO". Grácias Láura... por habernos deleitado una vez más con este tipo de histórias tan increiblemente impactantes.-
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