Fue durante el verano de 1990 que la familia Garamond se instaló en Sand Springs, Oklahoma. Mike era médico y Elizabeth, acostumbrada a lo que suponía estar casada con un doctor, había dedicado su vida a cuidar de sus dos hijos hasta que estos fueron mayores. Ahora que Amy y Jackson tenían catorces y dieciséis años respectivamente, Amy estaba deseosa de volver a trabajar. Aquella casa era perfecta, pensó Elizabeth al verla. Espaciosa, ajardinada y decorada con un gusto exquisito. Aunque había que invertir mucho dinero en restaurarla, los tonos malvas de la fachada, los artesanados, aquellos hermosos balcones de madera, eran por mucho, un sueño hecho realidad. Poco les importó en aquel momento la historia que la vieja mansión arrastraba. Muchos sostenían que el 436 de Loan Street arrastraba tras de si varias historias de desgracias, de accidentes inexplicables, de hechos que, seguramente, carecían de sentido. Otros afirmaban que su anterior propietaria nunca abandonó el lugar, que seguía allí, aferrada entre aquellas paredes. En el pueblo todos conocían aquella casa, la casa maldita, como muchos solían llamarla, estaba ávida de nuevos propietarios.
Aquella mañana la primavera parecía estar llegando a Sand Springs. Los Garamond llevaban apenas un mes viviendo en su nueva casa y poco a poco empezaban a aclimatarse a su nueva vida. Jackson cogió sus cascos y se tumbó plácidamente en la hierba mientras Amy, sentada en el balancín de la entrada, leía placidamente una de esas cursis novelas románticas que tanto le gustaban. De pronto, Jackson levantó la vista. Tenía la extraña sensación que alguien le observaba desde la casa, aunque no había nadie en su interior. Mientras observaba las ventanas del ático algo llamó poderosamente su atención.
-Amy, ¿Cuántas ventanas tiene el ático? Preguntó interrumpiendo a su hermana.
-¿Dos? Dijo ella sin levantar la vista de su libro.
-Respuesta incorrecta. Apuntó Jackson con tono irónico.
-¿Cómo? Preguntó levantando la vista del papel.
-Nunca me había fijado pero desde aquí fuera se observan tres.
Amy dejó el libro sobre el balancín y se asomó al exterior del porche.
-Hubiese jurado que eran dos.
-Es que por dentro tan sólo son dos. Apuntó Jackson corrigiéndola.
-Eso no es lógico.
-Bueno, a menos que alguien tapiase parte del ático.
-Y, ¿Para qué iba alguien a hacer algo semejante?
-Si lo supiese no estaríamos hablando de ello.
-Bueno, yo voy a seguir con lo mío. Si tienes ganas de hacer de Indiana Jones, diviértete tu solito. Contestó Amy regresando al balancín.
Jackson observó atentamente las ventanas y trató de recordar la disposición interna de las mismas.
-Creo que la que falta es la de en medio.
-Perfecto, Pues te coges un pico y una pala y a disfrutar. Añadió Amy tratando de retomar su lectura.
-¡Que estúpida que eres a veces! La increpó Jackson mientras se dirigía a la buhardilla.
Cuando Jackon hubo desaparecido dentro de la casa, Amy volvió a asomarse al exterior. Levantó la vista y, justo cuando observaba la ventana del centro, una silueta de una mujer de espaldas apareció ante ojos. Atónita, Amy se quedó inmóvil, presa del pánico. Entonces, la mujer se giró y una imagen grotesca, repulsiva y aterradora se hizo presente. La cara deforme de aquel extraño ser era indescriptible. Amy, asustada, chilló con todas sus fuerzas haciendo que Jackson saliese a toda prisa nuevamente al jardín.
-Pero, ¿Qué ocurre?
-Había una mujer y al girarse... ¡era un monstruo, era horrible!
-¿Dónde?
-En la ventana, arriba. Contestó con la voz temblorosa.
Jackson miró atentamente al ático pero allí no había absolutamente nada.
-Voy a coger mi cámara a ver si con el zoom vemos algo más. Añadió mientras entraba de nuevo en la casa.
Una vez tuvo el zoom al máximo, Jackson trató de observar el interior de aquella estancia, a través de la ventana.
-Está muy oscuro, no se ve nada.
Entonces, accidentalmente, le dio al botón y se hizo una fotografía.
-Me temo que la imaginación te ha jugado una mala pasada. Contestó mirando a sui hermana.
Aquella tarde, Amy y Jackon decidieron dejar de momento el tema del ático en paz. Aquello no era para nada urgente y además, aquella misma noche tenían en casa una pequeña fiesta de “integración” que sus padres habían organizado para conocer mejor a sus vecinos.
-¿Has descargado ya las fotos de la fiesta de anoche? Preguntó Elizabeth a Jackson.
-Estoy en ello. En cuanto termine te aviso.
Impaciente, Elizabeth subió las escaleras y entró en la habitación de su hijo.
-Pero... ¿qué? Exclamó Jackson al ver las fotos.
Empezó mirando las fotos desde el final y en todas ellas aparecían extrañas esferas blancas que sobrevolaban toda la casa. Entonces, mientras avanzaba con el visor una a una, llegó a la última foto, a la foto que ni tan siquiera recordaba haber hecho, la del ático.
-¡Dios! ¿Qué es eso? Exclamó su madre con el rostro desencajado.
-No lo sé pero no creo que sea nada bueno.
En ese instante Amy entró en la habitación y al ver la fotografía palideció.
-Eso es la mujer que yo vi en la ventana. Primero era una mujer y luego...
Entonces Jackson aprovechó para contarle a su madre todo lo ocurrido durante la mañana anterior.
-¿Y dices que por fuera hay tres ventanas?
-Efectivamente.
Los tres salieron al jardín y miraron hacia arriba. En aquel momento el cartero, que dejaba las cartas como cada mañana en el buzón, con voz tensa e inquietante añadió:
-Yo que vosotros no entraría ahí. Hay cosas que es mejor no removerlas.
Y sin dar tiempo a que le hiciesen ninguna pregunta, montó en la moto y salió zumbando.
-¡Se acabó! Exclamó Jackson. Voy a tirar a bajo esa pared.
-Pero... Quizás habría que esperar a papá. Contestó Elizabeth
-¿Para?
-Esta bien, vamos arriba.
Sin dudarlo, Jasón tomó las herramientas necesarias del garaje y subieron a la tercera planta. A medida que subían la escalera una extraña sensación de no estar solos, hizo presa en ellos. Según subían la temperatura iba descendiendo de forma notable y, al llegar al ático, anonadados pudieron contemplar como techos, suelos y paredes se hallaban recubiertos de hielo, de estalactitas que colgaban peligrosamente encima de sus cabezas.
-¿Qué es esto? Preguntó Elisabeth aterrada
-Esto no me gusta nada. Exclamó Jackson temblando de frío.
-A mí tampoco. Contestó Amy. ¿Por qué no esperamos a que llegue papá?
En ese instante, una voz oscura, profunda y entrecortada contestó:
-¡Porque tampoco él es bienvenido!
De pronto, todas las estalactitas empezaron a desprenderse del techo cayendo con gran fuerza contra el suelo mientras un viento huracanado les impedía seguir . Asustados, los tres corrieron escaleras abajo a toda prisa.
-¿Qué ha sido eso? Preguntó Amy aterrorizada.
-No lo sé. Contestó Jackson.
-Hay que salir de esta casa, al menos hasta que sepamos lo que está pasando. Dijo Elizabeth tratando de contener el miedo.
-¡Eso. Y no volváis! Exclamó nuevamente aquella aterradora voz.
Ya fuera, en el jardín ninguno de los tres salía de su asombro.
-La gente del pueblo sabe cosas sobre esta casa. ¿Por qué no hablamos por ejemplo con el cartero? Parecía conocer bien la casa.
-Bien, saca el coche mientras dejo una nota a tu padre.
-Voy contigo Jackson. Dijo Amy.
Llegaron al pueblo y aparcaron frente a la casa de Gordon, el cartero. Algo nerviosos llamaron a su puerta.
-Hola Gordon. Necesito que nos cuentes todo lo que sepas de nuestra casa. Dijo Elizabeth en cuanto el hombre abrió la puerta.
-¿Os apetece un té? Acabo de preparar té de jazmín. Contestó el hombre invitándoles a entrar.
Se sentaron en el salón y tras servirles una taza empezó a hablar.
-Esa casa está maldita, nadie ha podido vivir en ella desde hace años.
-¿Maldita?
-Sí. Hace unos treinta años, cuando yo era mucho más joven, vivía en ella una extraña mujer. Pese a su extraordinaria belleza ningún hombre del pueblo osaba cortejarla y los que lo hacían acababan mal parados. Se decía que no era de este mundo. Al tiempo empezaron las desapariciones. Primero fue un viajante, luego un forastero que estaba de paso, un militar que iba camino a Tulsa... y así un sin fin de hombres. Para cuando las autoridades se dieron cuenta y empezaron a investigarla la lista era muy grande.
-¿Y qué ocurrió? Preguntó Jackson absorto en la historia.
-No encontraron ninguna prueba que la incriminase pero todos sabíamos que fue ella.
-¿Y? Interrumpió Amy.
-La gente empezó a vigilarla. Algunos afirmaban que usaba las vísceras de sus víctimas para rituales satánicos. El problema vino cuando desapareció el hijo adolescente de Howard Glipse. Por aquel entonces, Howard, el encargado de la gasolinera, tenía un chaval de diecisiete años que desapreció. Nunca encontraron al chico pero Howard, convencido de que su hijo rondaba a aquella mujer, entró en casa de Abigail, la bruja, y no paró hasta encontrar una prueba.
-¿La encontró? Preguntó Elizabeth.
-Sí. Encontró la ropa del chico dentro del quemador. Como os podéis imaginar cuando Abigail llegó a casa Howard se encargó de ella. Por lo que cuentan la torturó durantes tres largos días destrozándole sobretodo su hermosa cara; para que ningún hombre volviese a mirarla. Cuando estuvo casi muerta, la metió en el congelador que tenía en el ático y allí la abandonó hasta que murió desangrada y por congelación.
-De ahí el frío y las estalactitas. Dijo Amy
-El tema es que Abigail nunca fue culpable de nada. Al tiempo se encontró al verdadero asesino de los hombres y también del niño. Era un hombre perturbado que se había fugado hacía bastante tiempo de un sanatorio de la zona. Con el fin de inculpar a la mujer, entró en su casa y puso la ropa del chaval en el quemador. Cuando Howard supo la verdad, no pudo soportar la culpabilidad y se pegó un tiro.
-¿Por qué hay una ventana que por dentro está tapiada? Preguntó Elizabeth.
-Eso fue bastante más tarde. La casa fue vendida pero nadie consiguió jamás vivir ahí en paz. De hecho, el principal núcleo de todo tipo de sucesos era el lugar donde estaba el congelador es decir, el espacio que hoy está tapiado. En un infructuoso intento por aislar el mal, su último propietario lo tapió. Pero no sirvió de nada, a la semana apareció colgado de la lámpara del salón. Suicidio decretaron las autoridades.
-¿Qué podemos hacer? Interrumpió Amy
-No lo sé. Abigail busca venganza, está dolida con todo el pueblo por juzgarla y dejar que la matasen y que se ocultase el crimen. La gente tiene miedo incluso a hablar de ella, dicen que aquellos que la nombran la ven luego en sueños.
-¡Vaya historia! Exclamó Jackson.
-Muchas gracias. Dijo Elizabeth. Al menos ahora sabemos a qué nos enfrentamos.
-Yo de vosotros saldría cuanto antes de ahí. Todos los que han tratado de vivir en esa casa han acabado muertos, o sufriendo percances muy graves. Apuntó Gordon mientras les acompañaba a la puerta.
Cuando se disponían a coger el coche una anciana se acercó a Jackson y susurrándole al oído le dijo:
-Venid sin que os vea Gordon detrás del Bar de Sally. Gordón miente.
Intrigados por aquella frase se acercaron al lugar donde les esperaba la anciana.
-Yo soy la viuda de Howard y mi marido jamás mató a Abigail.
-¿Entonces? Preguntó Amy
-El tenía la sospecha de que ella fue la causante de la desaparición de Mikel pero, el día que fue a su encuentro, vio a Gordon saliendo de allí ensangrentado. Cuando Gordon le vio le dijo que si decía algo le culparía a él del asesinato. Howard sabía que la gente iba a creer a Gordon. ¿Qué razón tenía Gordon para matar a Abigail? En cambio Howard había perdido a su hijo.
-Pero...si eso es así, ¿Por qué se quitó Howard la vida?
-Porque descubrió que fue Gordon quien asesinó a nuestro Mikel y al resto de hombres. Los mató por celos; estaba enamorado de Abigail. Cuando se dio cuenta de ello, de que había estado encubriendo al asesino de su propio hijo y que encima no lo podía demostrar, enloqueció.
-¡Madre mía! Y vinimos aquí porque era un pueblo tranquilo. Apuntó Elisabeth sobrepasada por aquella historia.
-Si queréis que esto acabe hacedle entrar en la casa. Imagino que ella os lo agradecerá.
Llegaron a casa pero antes incluso de aparcar supieron que algo extraño había ocurrido. El coche de Mike estaba estacionado frente a la casa, la puerta de la calle estaba abierta de par en par y su vecina observaba aterrada desde el jardín. Desde el jardín se podían oír semejantes gritos de dolor y lamentos que ponían los pelos de punta.
-¿Qué ocurre en vuestra casa? Dijo tan pronto como descendimos del coche.
Sin ni tan siquiera contestarla entraron en la casa llamando a Mike. Pero salvo por aquellos quejidos casi agónicos, nadie contestó a sus voces. La casa parecía un enorme congelador. Todas las plantas sin excepción, estaban repletas de enormes columnas de hielo. Se hacía difícil andar sin resbalarse. No sin muchas dificultades, Jackson fue el primero en llegar al ático. La falsa pared que se herejía tapando aquella ventana había sido destruida y allí, atado y amordazado estaba su padre. En aquel momento una imagen fantasmagórica se superpuso y Jackson pudo ver con claridad como un joven y apuesto Gordon, torturaba a Abigail. La escena era escalofriante. Gordon había arrancado una a una todas sus uñas y luego, se había dedicado a cortarle pequeños pedazos de carne a lo largo de todo su cuerpo. Después, con un cuchillo fue cortando la hermosa cara de aquella mujer hasta desfigurarla. El dolor era tan grande que la pobre mujer perdía constantemente la conciencia hasta que él, impasible, la despertaba una y otra vez con una descarga eléctrica. Luego, cuando más que una persona Abigail parecía ya un auténtico despojo humano, Gordon la tomó en sus brazos y la lanzó al fondo de aquel congelador. Entonces, otro joven apareció por allí.
-Gordon, ¿Qué coño haces?
-¿A ti que te parece Howard?
-Pero no tenemos pruebas de que fuera ella.
-Seguro que fue ella.
-¡Esto es un asesinato!
-Abre la boca y todos sabrán que fuiste tú.
-¿Yo?
-¿Quién sino iba a tener un motivo para ello?
-Pero, ¿Por qué?
-¡Yo la quería y ella, ella se acostaba con todos! Dijo Gordón lleno de rabia y dolor.
Jackson no pudo contener las lágrimas. En aquel instante Amy y Elizabeth entraron en la sala.
-¡Dios! ¡Mike! Exclamó Elizabeth mientras corría a desatarle.
Jackson la cogió del brazo frenándola.
-¡Así no mamá! ¿Quieres que nos mate a todos? Dejadme a mí.
Elizabeth y Amy miraron a Jackson mientras este se acercaba lentamente a Mike tratando de razonar con Abigail.
-¡Yo te amaba y tu se acostabas con todos! Dijo desde atrás Gordon al que nadie había oído llegar.
Todos le miraron fijamente.
-Lo siento. Dijo el dirigiéndose a la familia Garamond. Debí hacer esto hace mucho tiempo pero no tuve el valor.
-¿Por qué ahora?, ¿Por qué nos dijo una mentira y ahora está aquí? Preguntó Jackson no sin cierta desconfianza.
-Os vi hablando con Nicole, la viuda de Howard. Ya no puedo seguir matando a todo aquel que descubre la verdad. Ya no puedo más.
De pronto, aquel ser enfureció y toda la casa empezó a temblar como si de un terremoto se tratase. Sin dudarlo, Jackson desató a Mike quien a toda prisa corrió al lado de su hija y su esposa.
-Debemos salir de aquí. Dijo Mike temiendo que ocurriese cualquier desgracia.
-Ellos no tienen la culpa. Déjales marchar. Apuntó Gordon acercándose a aquella imagen.
Entonces, mientras bajaban a toda prisa por la escalera, la casa empezó a crujir de un modo aterrador, como si fuera a desintegrarse. Apenas tuvieron tiempo de salir por la puerta cuando comprobaron que el suelo se había abierto creando un profundo e infernal abismo de lava y lodo y estaba arrastrando a toda la casa a su interior. La escena duró apenas unos breve instantes tras los cuales, la parecela quedó vacía salvo por un extraño y hermoso lago helado en el centro de la misma.
Cuenta la leyenda que desde entonces en invierno los jóvenes de la zona van al 436 de Loan Street a patinar sobre hielo pero aún hay gente que afirma que, algunas noches de luna llena, el hermoso rostro de Abigail se refleja en el hielo y todavía se pueden oír los lamentos y lloros de una joven muchacha.
1 comentarios:
Impresionante Narración, muy lograda "Narración Descriptiva" con todo detalle del lugar en donde se desarrolla la acción, "Muy Buena" e Impactante ...
:D
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