Como cada mañana se duchó y tras la ducha, empezó a afeitarse. Aquella mañana no tenía demasiada prisa, sabía que su jefe estaba fuera de la ciudad y nadie iba a controlar sus horarios. Con tranquilidad aclaró la blanca tez de su cara y se puso un poco de aftershave. Luego, con su habitual perfeccionismo, como si de un ritual se tratase, tomó el peine, miró con precisión el lugar exacto y trazó una línea casi perfecta en el lado derecho de su cabeza. Ya sólo le quedaba echarse un poco de colonia cuando un pequeño y extraño movimiento en el espejo captó toda su atención. Miró detenidamente su reflejo; era como si en la imagen del espejo su mano hubiese realizado un gesto adicional a los que el acababa de hacer. Por un momento, dudó de que lo que había visto fuera real y siguió con la dinámica de cada mañana.
Se vistió y se dispuso a tomar el ascensor. Nuevamente, como cada mañana frente al espejo, aprovechó el trayecto hasta el parking para ponerse bien el nudo de la corbata y darse los últimos retoques.
-Pero… ¿qué demonios? -Exclamó perplejo.
Otra vez aquel efecto óptico tan desconcertante. ¿Cómo era posible que la imagen en el espejo realizase algo distinto a lo que hacía él? Sorprendido colocó su mano sobre el espejo y palpó atentamente toda su superficie. Nada era fuera de lo normal. Luego, enfocó y desenfocó su vista tratando de comprobar si era un defecto de su visión, pero tampoco halló nada extraño.
Subió a su coche, se abrochó el cinturón y lo puso en marcha. Después, encendió la radio dispuesto a escuchar las noticias. Debía llevar la mitad del trayecto cuando miró en el espejo retrovisor para cambiarse de carril; esta vez su reflejo le sonrió. Sobresaltado, Iván frenó en seco haciendo que el coche que iba detrás de él le golpease. Nervioso, bajó del vehículo y trató de disculparse. Afortunadamente, el golpe había sido pequeño y no hizo falta realizar ningún parte. Algo inquieto, Iván siguió hasta su oficina, aparcó el coche en el parking de la empresa y se dirigió hacia el ascensor. De reojo, sin atreverse a levantar completamente la mirada, miró el espejo que había frente a él. Nada parecía moverse, todo era aparentemente normal. ¿Quizás estaba perdiendo la cordura?, ¿Podía estar teniendo alucinaciones? Se sentó en su sitio y durante unos instantes trató de tranquilizarse.
-¿Te encuentras bien?- Le preguntó su compañera Alba.
-¿Yo?
-Sí claro, ¿acaso hay alguien más aquí?
-Perdona, no tengo una buena mañana. -Contestó Iván tratando de esquivar sus preguntas.
-¿Te puedo ayudar en algo? -Preguntó Alba intentando ser amable.
-No tendrás un espejo. -Respondió él.
-Creo que llevo uno pequeño en el bolso.
Tras buscar el espejo dentro de su bolso, Alba se lo alcanzó. No sin un cierto temor Iván tomó el espejo en su mano y se miró en él, primero tímidamente y luego sin reparos.
-¡Todo en orden! -Exclamó satisfecho.
Sin embargo, cuando estaba apunto de desprenderse de él, vio por el rabillo del ojo como el reflejo de su dedo oscilaba de un lado a otro, dándole a entender que no. Asustado, lanzó el espejo contra la pared de enfrente, con todas sus fuerzas, haciéndolo estallar y romperse en mil pedazos.
-¿Pero a ti que coño te pasa?- Preguntó Alba mientras miraba atónita a lo que quedaba de su espejo.
-Yo…emm…verás….lo siento…ya te compraré uno. -Dijo Iván dirigiéndose al baño con la intención de lavarse la cara.
¿Acaso se estaba volviendo loco? Pensó mientras apoyado contra la pared de baño se encendía un cigarrillo. Sabía que estaba prohibido fumar dentro del edificio, pero la situación lo requería. Viendo que el humo empezaba a elevarse en dirección al detector instalado en el techo, Iván alzó su mano y empezó a dispersar la nube que salía de su cigarrillo. Fue entonces cuando, sin poder evitarlo, tropezó por cuarta vez con su reflejo, pero esta vez el encuentro fue algo diferente.
-¿Sabes?- dijo el hombre al otro lado del espejo.-Creo que me he cansado de representar esta absurda pantomima.
Paralizado, Iván era incapaz de pronunciar ni media palabra.
-Ya son veintiocho años repitiendo de forma exacta todos tus movimientos y ¿dónde queda la libertad de expresión?
Iván contemplaba, completamente paralizado, la situación.
-Lo justo sería que tras todo este tiempo cambiásemos los papeles. A mi también me apetece estar ahí fuera a mis anchas. Aunque, tan sólo tengo un pequeño problema…-Dijo esperando la respuesta de Iván.
-¿Cuál? -Preguntó Iván con un hilo de voz apenas audible.
Entonces su reflejo le hizo un gesto con el dedo índice tratando de que se acercase al espejo.
Iván, desconcertado y sin ser capaz de reaccionar, se acercó hacia él lentamente. Entonces, su reflejo sacó bruscamente el brazo fuera de la luna y le agarró por el cuello de la camisa arrastrándole al interior del espejo.
-¡No puedo salir si tu no me sustituyes antes! -Exclamó aquella copia suya en dos dimensiones, mientras saltaba hacía fuera dejándole a él preso en su interior.
-¡Socorro! -Chilló él desesperado tratando, de forma infructuosa, de regresar al mundo real. -¿A dónde vas?...¡Regresa!
-Hay que ver lo bien que sientan las tres dimensiones.- Dijo mientras salía del baño
Ocho de la mañana, suena el despertador y el nuevo Iván se levanta de la cama y desayuna. Entra al baño tranquilo; ayer ya se encargó de quitar, por prudencia, todos los espejos. Sabe que su aspecto ya no volverá nunca a ser perfecto, pero ese es el justo precio que hay que pagar por estar al fin “vivo”.
4 comentarios:
El temaes original e interesante. Me ha gustado.
Nico
Fantástico relato Laura, ingenioso, con humor profundo, impecablemente desarrollado.
Y además es de ese tipo de cuento que te deja pensando.
Un gusto pasar por aquí.
Muchas gracias Navegante. El gusto es mio
Bueno... Impresionante y Espeluznante Láura, ahora yo tambien miraré de REOJO los Espejos en los que se Refleje Mi Imagen, y espero no ver ningún movimiento extraño, la verdad es que da que pensar tu história corta, je,je,je, Saludines :D
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