8 jun 2010 | By: Laura Falcó Lara

Nafidha

Existe un espejo mítico que nadie ha conseguido todavía encontrar. Según la leyenda El Nafidha (نافذة ), o “la ventana” traducido a nuestro idioma, es un espejo que fue hallado en Arabia sorprendentemente en pleno siglo X, aunque el descubrimiento del espejo no fuese hasta 1507. Al igual que otros símbolos y piezas míticas, el Nafidha desapareció de pronto sobre el Siglo XV dejando tras de si una historia insólita, e inquietante.

Según consta en las viejas escrituras el Nafidha poseía extrañas capacidades, o dones. El más sorprendente de ellos era el de trasportar a quien se atreviese a cruzar su luna, a otro tiempo. El problema era que como nadie había conseguido volver de ese salto temporal, la capacidad del Nafidha para teletransportar en el tiempo no se había podido probar. Pero, el Nafidha poseía también otros poderes bastante más peligrosos, el Nafidha podía ser usado como armamento convirtiéndose en una poderosa baza militar. Por otro lado, la leyenda decía que si el Nafidha era utilizado para fines bélicos, su poder podría volverse contra la humanidad y precipitar el fin de los tiempos.

Por otra parte, cada vez que el Nafidha era usado como portal, la tierra modificaba peligrosamente su posición unas milésimas, las suficientes para llamar la atención de un grupo de científicos. Tras muchos años de investigación, Harry Deansen y James Cameron descubrieron que lo que motivaba esa alteración era un salto temporal producido de forma simultánea en el presente y en el pasado. Fue entonces, cuando casi de forma casual contactaron con Sean Wishel, un ex agente del FBI. El fue quien, con ayuda de Jane, una famosa arqueóloga, logró finalmente atar cabos. Si alguien no detenía aquella locura, la tierra acabaría por variar su órbita de forma irremediable para estrellarse, en un plazo no superior a cincuenta años, con la luna. Ahora sólo quedaba esperar a que volviese a ocurrir y determinar, con la mayor exactitud posible, el lugar donde se había producido el salto.

-¡Por fin ha ocurrido!, ¡Le tenemos! Exclamó el muchacho de ojos claros entusiasmado por la noticia.
-¿Estáis seguros de ello? Preguntó su superior.
-Sin lugar a dudas. La prueba del carbono 14 le sitúa en torno al siglo XV. Contestó Jane.
-¿Sólo ropa?
-Ropa y uñas. Toda medida es pequeña para evitar el fraude. Respondió el técnico.
-Bien. Pasemos entonces a la fase 2.
-¿Y si esto llega a oídos de la CIA? Preguntó el muchacho sabiendo que estaban actuando en el límite de la ley.

Todos le miraron reprobando aquella pregunta. La respuesta era obvia. El sujeto nunca saldría de ahí, al menos, no con vida. Sean Wishel entró en la sala acompañado de Isaac, el traductor de árabe.

-¿Nombre?
-Yamel Manzur.
-¿En qué día y dónde dices que se produjo el tránsito? Preguntó mirando fijamente al individuo.
-Dice que el 21 de enero de 1.476 en Wadi Dhar, Yemen. Contestó el traductor.
-Dile que nos cuente todo lo que sepa a cerca del Nafidha.
-Era un objeto sagrado custodiado a todas horas dentro del famoso Palacio de la Roca. Allí es donde vivía el Imán Yahya. Por lo visto, había sido encontrado en Hodeidah, a orillas del Mar Rojo y desde ahí trasportado hasta el Palacio.
-¿Qué mas?
-Se decía que poseía poderes sobrenaturales, poderes que ni tan siquiera los hombres más sabios de la tierra eran capaces de comprender, o controlar. Yo trabajaba a las órdenes del Imán como guardia custodio de la pieza cuando aquella tarde, alguien irrumpió en la sala.
-¿Se refiere a alguien de calle?
-No, alguien que provenía del interior del Nafidha.
-¿Cómo? Exclamó Sean mirando a la luna negra tras la que estaba el resto del grupo. ¿Quién?, ¿De dónde...?
-Era un hombre alto y rubio, vestía ropas extrañas, como las suyas y no hablaba nuestro idioma.

Sean salió de cuarto y se dirigió a la sala contigua.

-¿Es lo que yo creo? Preguntó al equipo.
-Si fuese así querría decir que el Nafidha podría estar en poder de alguien en la actualidad. Apuntó James, el técnico, tras unos segundos de reflexión.
-Hay que averiguar quién era ese sujeto. Apuntó Jane. Cualquier dato puede sernos útil.

Sean regresó con el sujeto.

-Que más sabe de ese hombre.
-Nada.
-¿Nada?
-En cuanto irrumpió en la sala nos pusimos todos en guardia. Entonces me abalancé sobre él con el fin de detenerle pero en el forcejeo yo...
-¿Usted qué?
-Salí despedido contra el Nafidha y el resultado... lo puede ver usted mismo.

Sean frunció el ceño. Si alguien se había trasladado al pasado desde otra dimensión, debía existir “algo” en el futuro que lo permitiese.

-¿Cuándo todo esto ocurrió dónde apareciste? Preguntó Sean deseoso de saber la respuesta.
-En una sala llena de máquinas extrañas y cosas que jamás había visto. El lugar estaba lleno de hombres uniformados.
-¿Dónde estaba ese lugar?
-En medio del desierto. De hecho, aún no sé cómo logre escapar y sobrevivir.

Tras una breve pausa Sean se incorporó

-Necesito que hagan un retrato robot del hombre rubio, de sus ropas, de su rostro. Dijo en voz alta mirando nuevamente a sus compañeros a través del cristal opaco. Quizás así consigamos algo más.

De todas forma algo no cuadraba en la historia. Si alguien del presente poseía la tecnología para “viajar”, ¿Para qué necesitaban el Nafidha?, ¿Cuál era la razón de viajar al pasado e ir a por él?, ¿Y si alguien era consciente del poder de aquel objeto?.

Mientras el especialista trabaja de hacer un retrato robot lo más exacto, Sean se sentó con Jane.

-¿Para qué viajarías al pasado en busca de un portal, si ya posees uno en tu época?

Jane le miró con interés y dejó que el tiempo pasara antes de precipitarse en la respuesta.

-Sólo se me ocurren dos respuestas posible.
-¿Cuáles?
-Impedir que el pasado irrumpa en el futuro, o bien tener el arma de destrucción masiva más potente que existe.
-Buena respuesta Jane, muy buena.
-Si la respuesta fuera la primera, eso querría decir que el Nafidha ha ocasionado más de una visita inesperada y no de turistas accidentales, precisamente. Apuntó Harry mientras comía unas patatas fritas.
-Pero si es la segunda, estamos frente a un problema igual, o más gordo que el que originó está misión. Corrigió Jane
-¿Estáis sugiriendo que el Nafidha no desapareció en pleno siglo XV, sino que ha sobrevivido hasta nuestros días? Preguntó James.
-O quizás que existen dos historias paralelas. Una en la que el Nafidha fue destruido, o bien robado a finales del Siglo XV por un hombre rubio que llegó del futuro y otra, la real, donde el Nafidha jamás fue destruido, sino guardado celosamente hasta nuestros días.
-Eso tiene lógica pero hace que nuestra misión sea jodidamente complicada. ¿no? Respondió Jane en tono irónico.
-Me temo que sí. Dijo Sean mirando como el especialista iba esbozando el retrato robot.
-¿Crees que miente? Preguntó Harry observando al sujeto con ojos circunspectos.
-No creo, pero tiene miedo y el miedo hace que a veces seamos más cautos de lo debido.
-Pregúntale si solían usar el Nafidha y si es así, cuánta gente pudo viajar a través de él. Increpó Jane desde el otro extremo de la sala.

El especialista salió del cuatro con el retrato. Todos lo observaron atentamente.

-A juzgar por su ropa este tío es un militar. Afirmó James.
-Si presuponemos que Yamel no varió en nada la temporalidad de la máquina, ese hombre tiene que ser actual. Apuntó Jane.
-Crucemos los dedos por que sea así. Contestó Sean.
-Y ¿dónde empezamos a buscar? Preguntó Harry
-¿Qué os parece si empezamos buscando una base militar en el desierto? Dijo Sean.

Sean volvió con el preso.

-¿Se usaba el Nafidha con frecuencia? ¿Cuánta gente pudo ser teletransportada?
-Al principio no se usaba. La gente temía sus consecuencias. Pero luego, con el tiempo, pasó a ser un modo cómodo de deshacerse de cierto tipo de personas.
-¿Cómo?
-La pena capital había empezado a ser fuertemente criticada por lo sectores más conservadores de la sociedad y el Nafidha parecía la solución más limpia.
-¡Dios! ¿Enviabais a vuestros asesinos y violadores al futuro?
-Sí, se hizo durante muchas generaciones.
-No me extraña que alguien trate de detenerlo.
-Pero también había hombres de ciencia dispuestos a cruzar el umbral en pro de la investigación.
-Me pregunto dónde debe estar toda esa gente ahora. Replicó Sean en voz baja.

Eran tantas las preguntas que rodaban en su cabeza que Sean se tomó su tiempo. Ahora la prioridad era encontrar el centro militar y el portal. Si tenían en cuenta el tiempo que Yamel tardó en cruzar el desierto y en ser encontrado por sus hombres, la base no podía estar lejos. Afortunadamente, aún poseía algún que otro amigo dentro del FBI y la mayoría le debían favores. Levantó el teléfono y quedó con Mike Swarjorki en una cafetería del centro.

-Hola Mike. Necesito que me eches un cable. Dijo Sean sin andarse con rodeos.
-¿De qué se trata?
-Necesito información sobre una base militar secreta que está en mitad del desierto.

Aunque al principio Mike trató por todos los medios de disuadir a Sean, finalmente le dio la información que necesitaba.

Llegar hasta la base fue relativamente fácil, el problema era como entrar en ella, aunque como siempre, Sean ya había encontrado la solución. Mike conocía perfectamente todo lo referente a aquella base, de ahí que Sean dedujese que había estado en ella varias veces. Si eso era así, Mike estaría registrado y autorizado a entrar. En este tipo de bases, las huellas dactilares acostumbran a ser el modo de control, por ello Sean guardó escrupulosamente el vaso en el que Mike había tomado su cerveza. Luego, de vuelta en el laboratorio, Sean hizo fabricar unos implantes con las huellas de Mike. Uniformado como militar, Sean se acercó a la entrada.

-Se presenta el oficial Mike Swarjorki.

Tras comprobar las huellas, le fue permitido el acceso.

-¿Sean?¿Nos recibes? Preguntó Jane con el transmisor desde fuera del recinto.
-Perfectamente. Avanzó hacia las salas de máxima seguridad.
-Ok. Seguimos a la escucha.

De pronto, se abrió una de aquellas puertas y un hombre alto y rubio cruzó la puerta. Era él, ese era el hombre del retrato robot. El hombre entró en el ascensor y Sean con él.

-Hace calor hoy aquí dentro. ¿No cree?

El hombre miró a Sean con desconfianza.

-Eso parece. Contestó sin demasiado entusiasmo.

Sean trató de pensar con rapidez, tenía pocos segundos hasta perderle de vista y necesitaba información sobre el Nafidha. Entonces, una idea algo amicace pasó por su mente.

-¿Cómo vais con lo del Nafidha?

El hombre se volvió de forma brusca y bastante alterado preguntó:

-¿Quién te habló del Nafidha?
-Quien va a ser, el hombre que se escapó hace cuatro días. Me contó muchas cosas a cerca de ese maldito espejo antes de fugarse.
-Pero tú, tu no eres de esta base.
-Efectivamente, pero soy del FBI y paso mucho tiempo en estos corredores.
-Ash Ferguson. Dijo el hombre extendiendo su mano.
-Oficial Mike Swarjorki.

Preocupado y temiendo que Sean poseyera más información de la que el mismo tenía, el hombre invitó a Sean a que le acompañase.
-Nadie debe saber nada acerca de ese proyecto ¿comprende? Le dijo mirándole fijamente.
-Ya imagino. Bueno, se lo comenté a usted porque me consta que está usted al cargo ¿no es así?
-¿Qué sabe exactamente sobre el Nafidha?
-Bueno, sé que ha conseguido ir al pasado y que se lo trajo de vuelta con usted. ¿No es cierto?

El hombre trató de ocultar la verdad pero sus ojos le delataron.

-Bueno, eso no es del todo correcto. Fuimos al pasado pero no conseguimos robarlo.

Ahora Sean tenía la certeza de que el espejo se hallaba ahí.

-¿Y toda la gente que fueron mandando?¿Qué fue de ellos?
-Digamos que ya no son un problema. Cuanto menos sepa, mejor.

Su tiempo se estaba terminando y debía averiguar donde estaba el Nafidha.

-Y, ¿Podría ver la fuente desde la que se teletransportaron? Reconozco que la tecnología es algo que me quita el sueño.
-¿Va a contarme todo lo que aquel hombre le dijo?
-Por supuesto, pero a su debido tiempo.
-Bien, entonces acompáñeme.

Entraron en una sala tras pasar tres medidas de seguridad distintas. Allí no iba a poder acceder nunca más, pensó. Entonces, tras la última compuerta Sean vio el portal. A diferencia del Nafidha, este no era más que una especie de arco que, al activarse, generaba un campo electromagnético de gran intensidad.

-¿Si cruzase ahora, dónde iría a parar? Preguntó Sean sabiendo que el Nafidha debía estar cerca.
-Teóricamente saldría a través del Nafidha varios siglos atrás.
-Entiendo.

Sin pensarlo dos veces, Sean se abalanzó sobre el arco metiéndose dentro. Si todo iba bien, encontraría el Nafidha allí donde lo tuviesen guardado. Una vez frente a él debía destruirlo, o el Nafidha acabaría tarde o temprano con la humanidad. Lo que a él le pasase, no era relevante. Salió despedido con gran fuerza cayendo en el suelo en una sala oscura, donde a penas podía ver. Ash Ferguson no tardaría en aparecer, pensó, así que debía actuar con rapidez. Buscó alrededor un objeto contundente con el destruir el Nafidha, sin embargo, Sean apareció tras de él apuntándole con un arma.

-¿Crees que ibas a salir con vida de todo esto? Preguntó el hombre mientras le apuntaba.
-¿Crees que pensaba en mi vida precisamente?

En cuestión de segundos, Sean lo vio claro. Debía ponerse frente al Nafidha. Si Ash le disparaba, corría el riego de destruirlo y eso, era lo último que iba a hacer. De un salto, Sean se situó justo frente al espejo.

-¿Vas a disparame ahora?

Entonces miró con rapidez a su alrededor buscando algo con que golpear la luna de aquel espejo. A su derecha, a pocos centímetros de él, vio una silla de oficina. Sin dudarlo, Sean tomó la silla y saltando nuevamente a través del portal, golpeó al cruzar fuertemente su luna causando una tremenda explosión. Nuevamente, salió despedido regresando a la habitación inicial donde estaba el portal. Ahora, una vez destruido el Nafidha, ¿qué ocurriría si alguien cruzaba el arco? La lógica le dictaba que, al no existir puerta de salida, quien cruzase aquel portal quedaría irremediablemente preso en una especie de limbo temporal. Entonces, oyó como por el pasillo alguien se acercaba a toda prisa. Seguro que era Ash. Sin darle apenas tiempo a defenderse, Ash, mal herido debido a la explosión del Nafidha, abrió la puerta pistola en mano y le asestó un tiro en el brazo derecho.

- ¡Te has cargado siglos de historia y años de investigación! Dijo completamente fuera de sí.

Sangrando, Sean sabía que tenía muy pocas posibilidades de salir con vida de ahí. Si no era Ash, sería cualquier otro militar quien le diese caza. Además, no podía olvidar que estaba suplantando la identidad de su amigo Mike y que debía, ante todo, borrar su rastro. Consciente de la situación, Sean tomó su intercomunicador y dirigiéndose a sus compañeros dijo:

-Misión cumplida. Nos vemos en la próxima vida, amigos.

Entonces, se lanzó sobre Ash y abrazándose a él, saltó a través del portal. Nadie volvió a saber nada más de ellos.

1 comentarios:

carlos guerrero dijo...

Excelente y completo. Me ha encantado.

Un beso

Publicar un comentario