29 abr 2009 | By: Laura Falcó Lara

El diamante azul

Claudia a diferencia de Luis y de Guillermo, era perfectamente consciente de la leyenda que la pieza arrastraba.

- Un diamante hermoso, azul y maldito. Comentó. Un diamante con más de doscientas muertes a sus espaladas.

Luis y Guillermo la miraron con indiferencia. No creían en aquellas patrañas. Claudia les narró la historia.

- El diamante Hope tiene su origen en el diamante azul o Tavernier azul, de forma triangular y de un peso de 115 quilates. De acuerdo a la leyenda, fue robado del ojo de un buda. Su primer nombre se debía al comerciante francés Jean-Baptiste Tavernier, quien adquirió la gema en 1660. En el año 1669, Tavernier lo vendió al rey Luis XIV de Francia. Este regaló el diamante a una de sus amantes; la marquesa de Montespan, conocida por su afición a la brujería. Desterrada de la corte al cabo de unos años, decidió usar el diamante para un ritual satánico y maldecirlo. Poco después, cayó en desgracia y murió prácticamente olvidada en 1707. En el año 1715, con motivo de la visita del embajador del sha de Persia, el rey de Francia le mostró el diamante, para alardear y también para demostrar que el objeto no estaba embrujado. Luis XIV murió ese mismo año, de manera inesperada. Con su muerte, muchas personas comenzaron a creer que el diamante causaba desgracias a su poseedor. Ahí empezó al leyenda, Relató Claudia.

- ¿Eso fue todo? Inquirió Luis.

- No. El diamante luego pasó a María Antonieta, esposa del rey Luis XVI de Francia, que en el año 1774, decidió prestarlo a la princesa de Lamballe. Debido a que Maria Antonieta, su esposo y la princesa murieron en la guillotina, la leyenda se magnificó aún más. Después, durante la Revolución Francesa, unos ladrones lo robaron . Dos de ellos murieron y uno lo conservó hasta 1820, cuando decidió vendérselo al holandés Wilhelm Fals para que cortara la joya en dos. La primera pieza fue adquirida por Carlos Federico Guillermo, duque de Brunswick, que cayó en quiebra. La segunda la conservó él. Su hijo al tiempo, optó por robarle la joya a su padre y venderla al francés Beaulieu. Se atribuye al hurto de la joya, la muerte de Fals y su hijo, quien se suicidó tiempo después. El rumor de las desgracias atribuidas a la supuesta maldición, concluyó en que Beaulieu vendiera el diamante a David Eliason, quien también lo vendió rápidamente al rey Jorge IV de Inglaterra. La muerte del rey se atribuye también al uso del diamante, que había sido incrustado en su corona.

- ¡Vaya historia la del diamante de marras! Exclamó Guillermo

- Esto no es nada. Pasada la revolución Francesa, en 1839 fue adquirido por Sir Henry Phillip Hope con fines mágicos. El fue quien dio el nombre actual al diamante. Pero tampoco él se libro de la maldición. Su familia se arruinó y el diamante fue pasando de mano en mano, dejando varias desgracias y muertes a su paso, hasta hoy. Desde el año 1958, como ya sabéis, es una de las joyas más visitadas en el Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana.

- Bueno, maldito o no, el Hope será nuestro. Contestó Luis

A Guillermo, a diferencia de Luis, aquella historia le había impresionado.

- ¿Maldito eh? ¿Y alguno de sus propietarios se libró de esa maldición? Preguntó no sin cierto recelo.
- Que yo sepa no. ¡Pero bueno, son leyendas! Exclamó Claudia tratando de paliar la angustia que veía reflejada en su rostro.
- ¿No me digas que crees en esas gilipolleces? Increpó Guillermo en tono irónico
- ¿Yo? No, que va.

Aquella noche, era la noche. Todo estaba preparado. Claudia, como guardia de seguridad del museo, conocía perfectamente bien todos los sistemas de cámaras y alarmas. Ella se ocuparía de avisarles cuando el bucle que habían programado en las cámaras se activase y las alarmas estuvieran momentáneamente desactivadas. En ese momento Guillermo abriría la urna y Luis cambiaría el diamante por una réplica exacta. Eso les daría una cierta ventaja ya que, el diamante tan sólo era revisado por un gemólogo, una vez al mes. Cuando eso ocurriera, ellos ya estarían fuera del país.

La operación se desarrolló con la máxima efectividad. No hubo ni un sólo fallo y el Hope estaba finalmente en su poder.

- Un pieza así tan sólo puede venderse a un coleccionista. Fuera de ese entorno es casi imposible. Es un diamante único y fácilmente reconocible. Comentó Luis.
- Está claro. Esperaremos un tiempo prudencial y luego buscaremos comprador. Contestó Claudia.

Guillermo mientras tanto observaba la piedra no sin un cierto recelo.

- Espero que lo de la maldición sea sólo un leyenda. Dijo algo inquieto
- Pero...¿aún sigues con eso? Preguntó Claudia.

Paso un mes y la revisión por parte de un gemólogo del Hope se hizo efectiva. Sin embargo, los días siguieron corriendo y nadie dio la voz de alerta.

- ¡Que raro! ¿Por qué no dicen nada del robo? Preguntó Guillermo.
- Quizás no quieran destapar el caso y prefieren investigarlo en secreto, dada la magnitud del tema. Observó Luis.
- Demasiado tiempo para que no haya habido ninguna filtración. Apuntó Claudia.

Los días siguieron pasando y cada uno siguió haciendo su vida esperando el momento oportuno para vender el Hope. Fue entonces, pasados casi dos meses cuando ciertas coincidencias empezaron a llamar la atención de los tres ladrones. Primero fue Luis que, sin motivo aparente, enfermó de algo que, según los médicos, parecía una variante extraña de la gripe. Pasó unos días en casa pero, al empeorar, hubo que ingresarlo. Después, casualmente, Claudia se resbaló en la bañera y se rompió el fémur.
Guillermo empezó a asustarse.

- ¿Y si vendemos ya el Hope? Aunque no creáis en leyendas hay que reconocer que la casualidad...
- Está bien, contestó Claudia. Por mi puedes empezar la búsqueda de un comprador.

Pasaron cerca de cinco meses y Guillermo no conseguía que nadie quisiera comprar aquel diamante. En cuanto los posibles compradores sabían que la pieza en cuestión era el Hope, dejaban de mostrarse interesados. En una de estas muchas reuniones clandestinas, el posible comprador, un marqués retirado prácticamente de la vida pública, le dijo a Guillermo:

- No vais a conseguir venderlo. Nadie quiere asumir el riesgo de tener esta pieza en su poder. ¿Os habéis preguntado por qué nadie reclama el diamante, por qué nadie denunció su robo?

Un escalofrío recorrió la espalda de Guillermo.

- Quiere decir...
- Quiero decir que el responsable del Museo prefiere tener ese diamante lejos.
- ¿Le conoce? Preguntó Guillermo
- Sí. En este mundillo todos nos conocemos.
- ¿Y?
- No debería contarte esto pero...verás. Cuando Harry James se hizo cargo del museo su vida cambio drásticamente. Primero, fue lo de su hija menor. Murió a los seis meses de aceptar el cargo en circunstancias no demasiado claras. Después, Harry y su mujer, aconsejados por un psicólogo, decidieron tener otro hijo. El niño murió solo nacer sobre la mesa de partos.
- ¡Jesús! ¡ Que horror! Exclamó Guillermo impresionado por aquella narración.
- Eso no es todo. A los meses de aquel trágico suceso, Katerina enfermó de cáncer. Al principio, Harry no pensó en la influencia del diamante pero, pasado el tiempo, empezó a tener sus dudas. Cuando vosotros lo robasteis, Katerina empezó a mejorar de forma milagrosa. En aquel momento, Harry no era consciente de robo del Hope pero, en cuanto lo supo, ató cabos y decidió ocultarlo.
- ¡Joder! ¿y ahora qué? Dijo Guillermo seriamente afectado por la historia.
- No lo sé. No creo que nadie os lo compre y el Museo no lo va a reclamar.

Guillermo salió de aquella cita completamente descompuesto. A el todavía no le había pasado nada pero... ¿cuánto iba a pasar antes de que la maldición acabase también con su salud?

De vuelta, Guillermo no conseguía quitarse aquel maldito diamante de la cabeza. Tan obsesionado estaba que empezó incluso a sentirse mal. Empezó a sentir taquicardias y a encontrarse algo mareado. De pronto, perdió por completo la conciencia y su coche salió despedido de la calzada hasta empotrarse contra un árbol. Para cuando la guardia civil llegó al lugar del accidente, Guillermo había muerto de parada cardio respiratoria.

A los dos días en todos los titulares de la prensa nacional se podía leer:


“El director del Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana presenta su dimisión al conocerse el robo del famoso diamante azul. Nadie se explica como, tras las diversas revisiones rutinarias, no se detectó que el preciado diamante había sido substituido por un réplica. Afortunadamente, el ladrón fue hallado muerto tras sufrir un aparatoso accidente de tráfico. En el momento del accidente, el diamante se encontraba en su poder.”

- Su dimisión..ajjajajja. Exclamó entre risas el viejo marqués al leer la noticia. Dudo que alguien se la admita. Con lo que les costó encontrar a algún pardillo que quisiese hacerse cargo del Museo, desde que esa maldita piedra está en él.

3 comentarios:

Paco Bailac dijo...

Pase a visitarte embriagado por tu perfil. Junto a la de tu diamante te dejo pétalos para tu alma.

Paz

paco

Peter Mathius dijo...

Gran y enigmática história del Diamante Hope... Láura, en caso de que te lo Regalaran algún día... ¿Qué harias con él?, Sería una Situación verdaderamente AXFISIANTE (Malo si te lo quedas, y peor si lo Regalas), je,je,je
http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=e5RE08dMeq0

Anónimo dijo...

Este Diamante es hermoso por su pureza y color, no creo en tal maldición, si me lo regalan lo usaría todos los días para demostrar que lo maléfico no existe en el, sino en las personas que lo han adquirido.

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